De “risas” y colmillos
Cuando nos encontramos frente a un producto sobrevalorado y de moda que encima no nos impacta de la misma forma que al resto de la manada, nos da bronca. Es lo que sucede con la comedia neozelandesa en tono de falso documental Casa vampiro, de Taika Waitit y Jemaine Clement, que a pesar de su originalidad y entretenimiento tampoco es para tirar manteca al techo.
La vida cotidiana de cuatro vampiros queda capturada por la lente de una cámara para acumular una historia con los típicos clichés y fechorías del mundo de este subgénero de terror. El grupete que trata de adaptarse a la vida moderna y a la vorágine de la tecnología mientras lucha por sobrevivir a la luz del día, cruces y enemigos, está compuesto por Viago -interpretado por Waitit-, un dandy del Siglo de las Luces (XVIII) que presenta un guiño claro al personaje de Tom Cruise en Entrevista con el vampiro; Vladislav, una suerte de chupasangre de la época medieval al estilo pomposo del Drácula de Francis Ford Coppola -representado por Clement-; el pintoresco y pelado Petryr, el más ancestral de todos, en evidente referencia al glorioso Nosferatu; y el más joven y rebelde Deacon, que parodia a La Saga Crepúsculo y sus rivales característicos, poniendo al límite la exposición de esta particular secta.
Ese aire a reality show es logrado con credibilidad, buenas actuaciones, humor absurdo del calibre de la excelente serie The office y algunas pinceladas de efectos especiales precisos. Pero los momentos de flojeras se hacen sentir, y aunque nunca derrapa, a duras penas trata de sostenerse sin sobresalir. Así, nos recuerda a aquel aburrido film también en tono jocoso de Roman Polansky, La danza de los vampiros, censurado en su época y hoy con estatus de culto.
Sin más, Casa vampiro -que presenta un juego de palabras entre caza y personaje de colmillos filosos pero ahora “cazados” bajo un documental televisivo- se deja ver como un entretenimiento para no tomárselo demasiado en serio. El tiempo tal vez haga justicia a este film que la viene pegando en los grupos que aman el humor kitsch.