Cásate conmigo es una comedia romántica sobre las complejidades de la fama y la persistente fe en el amor, etcétera. Pero, más que nada, es un entretenimiento audiovisual pop, con un anclaje fuera del cine. Tiene partes de video musical y partes de infomercial para una marca de licuadoras preferida por los famosos de Hollywood; con un ¿solapado? ajuste de cuentas con célebres novios infieles (hola Alex Rodríguez) y miembros de las academias que dan premios (hola votantes del Oscar que no supieron reconocer el magnífico trabajo de la actriz en Estafadoras de Wall Street). Sobre todo, es la celebración de la figura pop que JLo construyó para sí misma.
La película dirigida por Kat Coiro ofrece poco más que esos relatos azucarados producidos por un canal de cable y ahora también por las plataformas de streaming. Lo que los diferencia son dos elementos esenciales, unidos de forma inextricable: mayores recursos de producción y el protagonismo súper carismático de Lopez.
Nadie más en el mundo podría interpretar a Kat Valdez, una cantante cuya vida está expuesta al mundo, a través de los medios y de las redes sociales, donde casi todo está esponsoreado. Si alguien sabe de qué se trata todo eso, con divorcios y relaciones complicadas vividas en público incluidos, es JLo. Y quiso aportar su perspectiva de ese universo en una película producida por ella misma, ¿quién puede culparla?
El espectador que esté dispuesto a no pedirle demasiado a una trama sencilla, sin ninguna sorpresa, podrá disfrutar de otros aspectos de la película, que comienza cuando Kat está a punto de casarse con su novio Bastian, encarnado sin mucho brillo por Maluma, en uno de muchos guiños al público latino. En pleno mega show/casamiento público, la cantante se entera de que su novio la engañó y elige a un fan de la audiencia para casarse con él en ese mismo momento. El elegido es un amable, aunque algo aburrido, profesor de matemática, interpretado con encanto por Owen Wilson, que fue arrastrado al concierto por su mejor amiga y su hija. Ambos llegan a un acuerdo para salvar la imagen de Kat, presentándose juntos en entrevistas y eventos. Pronto surgen sentimientos detrás de la fachada, como cualquiera que haya visto una comedia romántica en su vida podrá adivinar.
Lopez y Wilson se ven bien juntos en la pantalla, jugando con la diferencia entre los niveles de glamour de sus personajes. Pero el romance resulta tibio y sufre por una subtrama de película familiar, que incluye un baile del colegio y una competencia de matemáticas.
Sin embargo, Cásate conmigo tiene otras virtudes. Uno de los grandes aciertos es la elección de los actores secundarios, como Sarah Silverman, que logra momentos de comedia afilados, y Michelle Buteau, quien desde Quizás para siempre se perfila como una buena compañía para protagonistas de comedias románticas. Ellas y el resto del elenco crean una especie de ruido festivo que distrae de las limitaciones de la trama y de una puesta en escena estándar.
El diseño de producción también se luce. En especial, el vestuario, trabajado con una idea sencilla: increíbles vestidos y looks de diseñador para la imagen pública de Kat; divinos sueters de colores en la gama de los rosas para la Kat íntima, verdadera.
Cásate conmigo tiene una cantidad exhorbitante de publicidad de productos integrada a la trama y escenas que funcionan como videoclips para “vender” una canción. Algunas escenas son una versión menos sofisticada de otra película exitosa; las comparaciones con Notting Hill son inevitables. Pero mientras en aquella película suena un tema de soul clásico y Hugh Grant no puede escapar a la imagen de Julia Roberts en el cine, aquí la propia Lopez canta una canción olvidable y su imagen aparece en la vidriera de un negocio de productos para el hogar, promocionando la bendita licuadora.
Pero esos mismos tropiezos, una desvergonzada inclinación por lo cursi y el carisma de los protagonistas hacen que sea divertido ver la película. Y hay que admirar a Lopez por saber lo que sus fans esperan de ella y coquetear con su vida real, para ofrecerles el entretenimiento que buscan sin preocuparse por satisfacer a otros públicos. Es un excelente negocio, claro, pero sobre todo es otra página en la narrativa que la productora Lopez escribió para su alter ego en la vida real: JLo, la estrella pop.