SOLO SIMPATICA
Woody Allen esta vez no escribe ni dirige. Pero hace de Woody Allen. Sus mismas salidas, su mismo tono, algunas ocurrencias, pero poca sustancia, un gigoló apenas simpático que no encuentra mejor manera de escaparle a la crisis que es trabajar de gigoló. Tiene a su favor un amigo muy rendidor y a su alrededor un par de señoras acaudaladas que andan con ganas de probar todo. Se agradece que la comedia no caiga en tonterías, que no haya mal gusto, que no recurra a tontos enredos. Lo mejor es Fioravante (Turturro), amante enigmático, callado, misterioso. Pero con eso solo no alcanza. Por allí aparece una mínima historia romántica con una clienta: una viuda a quien la imaginaria trampa logrará abrirle la puerta a un amor que evidentemente necesitaba de la mentira para poder concretarse. Por detrás, asoman otros guiños de Allen: la religión, una Nueva York amable, villanos de juguetes, hogares disfuncionales. Se deja ver, es llevadera, hay música lejana bien puesta y en un tono nostálgico que subraya los alcances de esta viñeta leve, previsible, que despierta algunas (pocas) sonrisas.