“Fading Gigolo”: Negocio redondo para los judíos
A lo ancho y largo de Argentina y de todo el planeta existen distintos temas tabú: el sexo, las enfermedades, la muerte, la marihuana, la iglesia, los judíos, los negros, los bolivianos y los paraguayos, entre muchos otros. Algunos tan sólo con nombrarlos ya pareciera que se está discriminando. Una vergüenza, pero así nos manejamos.
Sin embargo, hay uno de todos estos pequeños mundos tabú que es muy particular: el de los judíos. Como bien sabemos, en cualquier ambiente en el que hay al menos un grupo de gente, los comentarios de cualquier goy que hacen referencia a los judíos, acusándolos por su estereotipada tacañería o por su vestimenta ridícula -o mejor dicho, a la que no estamos acostumbrados-, son tomados como una ofensa o como lo que nosotros llamamos ‘humor negro’. Y el humor negro probablemente caiga mal y genere falsas apariencias. ¿Pero quiénes sí pueden reírse de los judíos? Sí, claro. Los mismos judíos.
Para esta ocasión, el negocio le sale más que redondo a ellos y pueden llevarse su ansiado billetín. Aprovechando su descendencia italiana, John Turturro (protagonista de ‘Barton Fink’ y uno de los rehabilitados en ‘Locos de ira’) toma esta vez la cámara y se sumerge junto a ella en un barrio estadounidense lleno de ortodoxos de esta religión. Y quién más lo iba a recibir allí sino más que el mismísimo Woody Allen, judío número uno si es que lo hay. Y es él quien se hace cargo de este film con un papel como el que ya le conocemos, haciendo prácticamente de él mismo pero con un nuevo nombre. En este caso, Murray.
El viejito desconsolado y perdido que tartamudea ahora se ve sumergido en una situación financiera complicada y descubre una oportunidad para sumergirse en el mundo de la prostitución masculina. Entonces, uno haciendo de gigoló y el otro representándolo, se mandan. Sofía Vergara y Sharon Stone son las llamadas “milf” que predicarán por el cuerpo de un seductor Turturro, o “Fioravante”, como se hace llamar él. Al mismo tiempo, se desenvolverá la nunca faltante historia de amor y aparecerán los problemas de personalidad y el pasado, sobre todo cuando entra en juego el frío personaje de Avigal, interpretado por la francesa Vanessa Paradis. De esta manera, la película se conforma por interesantes personajes jugosos.
Otra buena es la muy buena elección para las músicas, que merodean entre ritmos experimentales y distintos idiomas, incluso llega a sonar un tango electrónico. A la fotografía se le nota mucho que le falta el toque Allen, ese que es más romántico; mientras que el guión parece desenvolverse con algo de obviedad como en casi toda historia de comedia. Sorprende más leerla e interpretarla que meterse de lleno en la acción.
No sé si la película es tan divertida como esta crítica pero sí vale la pena verla si te gusta Woody Allen, que aunque no la dirija, se lleva los aplausos en este final de la obra. Y sino háganle caso a Turturro, que lo eligió a él y el negocio le salió más que redondo.