El sexo y el placer
Comedia entretenida y con una base de disparate, se lucen especialmente Woody Allen y Sharon Stone.
La premisa de Casi un gigoló ya da risa. John Turturro, con esa facha, como un gigoló, y Woody Allen como su manager, consiguiéndole clientes ricas. Si suena increíble, también lo es que la dermatóloga del personaje de Allen, de la nada le haya contado que quiere hacer un menage a trois .
Y si cuando uno entra al cine y empieza la proyección entra en estado de ensueño -las luces que se apagan sería bajar los párpados-, allí todo es posible. Como que la dermatóloga en cuestión sea Sharon Stone; su amiga, para el menage, Sofia Vergara, y que ambas sucumban ante la parsimonia -y más- de Fioravante, un florista venido a menos convertido en Don Juan.
Tal vez, que reciba propina sea demasiado.
Es que salvo el personaje de Turturro, que es una metáfora de él como director -pocas palabras, pocos gestos, economía de recursos: con poco, logra mucho- el realizador presenta a Allen y a Stone en personajes que si pueden parecer reiterativos en su trayectoria, no lo son.
Allen, en las películas en las que se dirige, parece siempre variaciones de un mismo individuo. Aquí, no tanto: Murray ha formado una familia de color, algo desopilante, y tiene muchas capas para ir descubriendo, por más que hable rápido y tenga salidas ingeniosas, esta vez, surgidas de un libreto ajeno. Y la rubia está muy lejos de la Catherine Tramell de Bajos instintos. Sexy, pero ¿alguien podía imaginarla vulnerable?
Turturro casi no se toma tiempo en presentar a los personajes, y a los pocos minutos ya están lanzados en la trama.
Casi un gigoló son dos películas en una. La primera mitad es comedia pura, que se vuelve entre romántica y dramática -sin exagerar- con Avigal, el personaje de Vanessa Paradis (la ex de Johnny Depp). Cómo una viuda judía ortodoxa cae a los pies de Fioravante, y éste a los de ella es también cosas del destino, del azar y del guión.
Siempre amable, con las confusiones y los enredos a la vuelta de página, Casi un gigoló entretiene y cuando parece ponerse más seria, por suerte tiene un gag para bajar el tono melodramático.
El dinero no podrá comprar amor, pero sí la entrada para esta agradable, divertida comedia.