La Culpa es de los padres
Hay películas que tienen poco, muy poco que aportar. Su intrascendencia es tal que uno podría pensar que ya ha visto lo mismo con diferentes nombres y que no vale la pena reseñarlas en absoluto. Pero no estamos hablando de la misma trama, sino de casi exactamente la misma forma de contar las cosas sin el más mínimo ápice de originalidad. A esto sumémosle lo desdibujados que aparecen los personajes, la endeble resolución de la historia, la torpeza para romper climas y manipular los efectos visuales de carácter digital y tendremos como resultado a Caso 39. Pero uno, que se propuso escribir justificando su postura, va a tratar de decir lo que más o menos está bien, teniendo en cuanta que es una mala película que quizá le sirva a un amante del género de terror para acumular material en el historial de su visionado. Y ver lo que quizá Alvart podría aportar a otro tipo de material con mejor suerte.
Es la típica historia con chicos malditos: parecen inocentes pero en verdad son jodidos y detrás de su apariencia encierran lo inasible, lo incontrolable, para las siempre racionales mentes de quienes los ven. El subtexto de esta manifestación puede tener una connotación religiosa, social, moralista, sexual o psicológica, pero lo cierto es que siempre incluyen el miedo ante lo desconocido y lo imprevisible de la naturaleza humana detrás de una fachada superficial. En este caso podríamos ver alguna cuestión social y psicológica ya que el resto de las mismas carecen de relieve dentro de este film. Pero incluso en estas dos cuestiones, sobre las cuales es evidente que la película quiere profundizar, hay un descuido en el guión tal que es imposible que a uno le importe dilucidarlo. La protagonista es una asistente social que resuelve casos de chicos maltratados, ahí tienen una punta sobre la que quiere hablar la película. Los traumas infantiles y psicológicos es otra punta que aparece explorada de manera superficial pero que es, sin lugar a dudas, parte fundamental de la trama.
La culpa de que no tengamos en cuenta detalles de guión tan metafóricos como interesantes, como el uso de la voz como transmisor del miedo y la culpa o las relaciones de poder paterno-filiales (que en un momento aparecen invertidas) es que los personajes son insustanciales y la trama es insólitamente derivativa. Emily (una olvidable Renée Zellweger) conoce desde aproximadamente mediados del film a lo que se enfrenta pero recién hacia el desenlace se decide a hacer algo. La razón es tratar de darle mayor grosor a la relación con la niña maldita en cuestión (Jodelle Ferland), pero el vínculo aparece tan poco elaborado en la introducción del film y durante el desarrollo es tan poco convincente que no existe una impresión de realidad, sino que es todo artificio fruto de cambios bruscos. “Cambios bruscos” en una película de terror en general son muertes, o casi, y en Caso 39 no faltan. Lo que sucede es que estas muertes tienen un impacto emocional prácticamente nulo sobre los protagonistas: el hecho de que haya una secuencia de funeral no demuestra dolor alguno, sino que lo aísla sin ninguna consecuencia sobre el carácter de, por ejemplo, Emily. Siempre se mantiene en el umbral de la sospecha, sin demostrar emoción alguna, a lo que se suma una actuación insoportable de Zellweger, de lo peor de su carrera.
Lo que más irritará, además del pésimo trabajo cinematográfico y el desastroso guión es la visión social que existe sobre los hogares con chicos maltratados. En lugar de realizar un análisis global de la situación, lo único que parece retumbar es la miopía de la frase “la culpa es de los padres”, sin dar lugar a tratar de comprender lo que afecta a los chicos o sus padres, el contexto social al que pertenecen, el espacio que ocupa la violencia, etc. Esto se lleva a la caricatura más patética con la madre de la protagonista, que en el final vemos porque dejo traumada de alguna manera a Emily con un recuerdo espantoso. En fin, salvo algunas secuencias y cierto imaginario perturbador de películas serie B (que igual está mal aplicado), se trata de un film de terror absolutamente olvidable, con alguna cuestión creativa interesante que palidece inmediatamente ante lo mediocre del resto de los aspectos que hacen a Caso 39.