De terror
Hay pocas cosas tan imperdonables dentro del cine de terror -y mucho más cuando se mezcla con el género del suspenso- como el hecho de que un relato comience mintiéndonos. Avalemos el truco hitchcockiano de que las cosas no sean lo que parecen, de que lo que supone ser la puerta correcta es en verdad una ventana fatal. Pero el engaño solapado y disfrazado de vuelta de tuerca, no. No. Feo, caca.
La cupla creativa Christian Alvart & Ray Wright, en Caso 39 lo que hace es mentirnos descaradamente con una trama que, para colmo de males, tiene un comienzo brillante, unos primeros diez minutos que parecen la puerta de entrada a un pequeño clásico de época.
El relato nos muestra a una asistente social (Renée Zellweger) que en un dia de trabajo da con el caso de una niña que parece sufrir mucho, demasiado, en manos de unos padres que hablan sobre ella en secreto, a escondidas y que, horror, elucubran nada menos que el asesinato de la menor.
Pero allí está ella, la ex Bridget Jones, a cargo de la misión divina de hacer el bien, de rescatar a la púber y de terminar con la maldad existente sobre el planeta tierra. O más o menos eso, según lo que se deduce de la pasión que pone en su labor.
El film, tal lo antedicho, maniquea al espectador con malas artes, y aquí el peor de los pecados cinematográficos que pueden cometerse, ya que, supongamos por un instante, está muy bien jugar con la buena fe de los demás, pero siempre y cuando el resultado, al menos, alcance como para que al salir del cine la sensación de bronca por haber sido manipulados se vea compensada con haber asistido a un trabajo de guión y dirección mínimanente decentes. Algo que, por si es necesario aclarar y recordando antecedentes temibles como el de Godsend, no sucede en este fallido opus de terror agarrado con las uñas de una sola idea y sin mayor desarrollo que el de ajustar la tuerca hasta lo indecible.
Chicos, repasen la lección y vuelvan en marzo.