Al igual que en “La Huérfana” (2009) de Jaume Collet Serra, esta realización que empieza como un film de suspenso / Thriller y queriendo terminar como de supuesto terror, instala muy someramente, casi superficialmente, o hasta se podría decir que esta mencionado al pasar, el tema de la droga.
Entre tanta imagen de violencia y sonido perturbador se puede escuchar a algún personaje, en este caso al padre de la criatura, hablar de los excesos cometidos y por lo único que son responsables y/o culpables de haber generado un “monstruo”.
De que va la película, una trabajadora social Emily Jenkins (Réene Zellweger) libra a una niña de 10 años, Lillith Sullivan (Jodelle Ferland), maltratada por sus padres, pero rápidamente se da cuenta que estos padres no estaban tan locos como se podría suponer a priori.
Los guionistas nos entregan un libro cinematográfico que también pareciera (por supuesto que a priori) bien encaminado, hasta podría confundirse como de denuncia al maltrato de niños, pero se transforma en otra cosa, muy inverosímil desde la mirada realista del principio.
Además poseedora de un final desconectado, que busca asombrar con una vuelta de tuerca que enreda los vínculos con el pasado de los protagonistas, pero que al no desarrollarlo se pierde irremediablemente en el transcurrir de los minutos y las imágenes.
Si el director Chris Alvart pretendía renovar el género de terror, esto es traerlo desde lo cotidiano hacia lo extraordinario, no lo logro, ni tratando de imponerse con el deseo de crítica al sistema social imperante en los EEUU respecto de las leyes de adopción, ya que algo de esto también se filtra. En realidad se podría decir que desde lo textual no logra nada de lo que parece querer hacer o decir.
Si su intención era implicarnos en una historia de dureza invariable y sustos que no permita movernos de la butaca, tampoco lo logra, pues el filme no aprovecha bien sus herramientas, ni con la dirección de arte, ni la fotografía ni los efectos especiales (FX) ni tampoco la música demasiado klishe y muy kitch, que aturde y no engalana nada. Todo aisladamente podría calificarse de correcto, pero en función de un proyecto que debería mancomunar las variables que hacen a una producción cinematográfica, fracasa y eso es entera responsabilidad del realizador.
Lo único rescatable de esta producción se podría decir que son las actuaciones, con una maravillosa composición a cargo de Jodelle Ferland, que se pone al hombro todo lo que haría referencia directa al terror, aunque en definitiva no alcance, apoyada en una correcta interpretación de Réene Zellweger, que se despega de los tics de comediante enamoradiza, para hacer otra cosa, sobre todo en términos gestuales, específicamente en los cambios de la mirada, muy bien acompañadas por Callum Keith Rennie (el padre), Kelly O Malley (la madre) y Bradley Cooper (el psicólogo)
Poco, demasiado poco