Cassandra

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Cassandra ingresa como pasante en una revista periodística y su primer encargo, más bien una prueba, supone que se traslade al Impenetrable chaqueño para una publicación sobre la región y sus habitantes. A partir de ello, Inés de Oliveira Cézar les da voz a las comunidades wichi y toba, no en una forma literal como Lingiardi y sus Las pistas – Lanhoyij – Nmitaxanaxac, sino como una vía para reivindicar sus derechos y dar espacio a que se oigan reclamos históricamente silenciados.

Es en su forma de narrar donde Cassandra encuentra sus dificultades, debatiéndose entre el registro documental, la ficción del viaje personal y la doble lectura que se hace del trabajo de la directora. Si bien la mitología griega es un aspecto central de su cine, en este caso es menos palpable que, por ejemplo, en El Recuento de los Daños, suponiendo más bien un esfuerzo de su directora por encuadrarla en el tema que algo que el espectador pueda percibir por su cuenta.

Sin dudas la película se sostiene mucho en las esporádicas devoluciones que el editor (Alan Pauls) hace del trabajo de la periodista. El desarrollo de la historia está condicionado a este personaje, primero como jefe, luego como cronista, ya que es a partir de sus intervenciones que esta se permite avanzar. Su ausencia lleva a que en muchos pasajes sea difícil de digerir, algo que se debe principalmente a la falta de articulación entre sus vertientes.

Los logros en materia de fotografía, así como la acertada construcción de la labor periodística y el funcionamiento de una redacción suponen algunos aspectos más a destacar de esta producción, en la que nuevamente se hace manifiesta una realizadora ambiciosa que siempre busca ir más allá.