Cats

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

UNA PELÍCULA INCOMPRENSIBLE

En Unbreakable Kimmy Schmidt, la comedia de Netflix escrita y producida por Tina Fey, el personaje de Titus Andromedon (un hilarante y desaforado Tituss Burgess) cumple finalmente su sueño de actuar en una obra de Broadway. Sin embargo, el deseo quiebra en desilusión: es que su participación en una puesta del clásico musical Cats le permite descubrir que la obra es en verdad una gran estafa. Y que el elenco es condenado a vivir, como aquella pandilla de gatos, en una suerte de penuria constante: cualquiera puede actuar en la obra, subir al escenario y tirar alguna frase más o menos incongruente, y permanecer en el staff como si se tratara de una prisión. Desde mi absoluto desconocimiento sobre la comedia musical de Broadway, y a partir del estreno de esta adaptación dirigida por Tom Hooper, me puse a indagar un poco en el asunto y llegué a la misma conclusión: son muy pocos los que se explican el éxito de Cats, una barroca adaptación del icónico Andrew Lloyd Webber de una serie de poemas infantiles de T. S. Eliot. A esa incomprensión se suma, ahora, esta película.

El primer inconveniente de esta Cats fílmica (se ha dicho por todos lados) tiene que ver con lo antropomórfico: la decisión de no apelar a actores disfrazados y cambiarlos por rostros “pegados” a cuerpos digitales es un experimento similar al que realizó en su momento Robert Zemeckis con El Expreso Polar con los mismos resultados, algo insostenible para el ojo. De ahí surgen dos preguntas que uno se hace como espectador: primero, si era posible una versión de acción real de Cats, más allá de la pulsión por trasladar todo Broadway a Hollywood: ¿no suponía un riesgo que, al menos, deberían haber puesto en la balanza? Segundo, ¿cómo es que nadie se dio cuenta en el proceso creativo que esta experiencia era realmente insostenible? ¿Recién se enteraron que estaba todo mal cuando salió el primer tráiler y el público lo tomó para la risa? En definitiva, que lo tecnológico es la primera frontera y una película es mucho más que eso, pero Cats no funciona ni siquiera en otros terrenos. El exasperante montaje por el que apuesta Hooper impide ver las coreografías (en el que caso que las hubiera), aunque los planos generales desnudan el “cualquierismo” de la puesta (la presentación del personaje de Rebel Wilson da vergüenza ajena); las canciones no conllevan ningún acierto ya que son las mismas del musical original, aunque alguna interpretación como la de Taylor Swift en Macavity: The Mystery Cat aporta un tono algo más juguetón (también el número musical está un poco más pensado); la puesta misma es de lo más teatral, y en eso sumamos unos escenarios kitsch y repetitivos en su funcionalidad; y la narración se suplanta por una sucesión de números musicales que no difieren demasiado entre sí ni permiten construir una historia de fondo. Además suma un problema que excede a la película: el subtítulo elige seguir rimando en vez de traducir las canciones, por lo que se termina inventando palabras y frases que no tienen nada que ver con lo que se dice. En definitiva, vamos a lo que importa: ¿qué cuenta Cats, sobre qué trata, qué es lo que está pasando? Nada se entiende, todo es confuso. Cats es definitivamente una película incomprensible, desde lo que pasa en la pantalla hasta la decisión de los directivos que aprobaron este proyecto.

Finalmente Cats se convirtió en el chiste de la temporada de premios y uno pensaba que podía haber algo camp ahí para disfrutar. Pero no, porque Hooper es un director incapaz de descubrir otro nivel y porque es de los que hace el esfuerzo porque lo suyo parezca serio. Desde ese profesionalismo mal utilizado, es que la película termina mereciéndose todas las críticas negativas, aunque uno sabe que ya estaba todo mal en Los miserables o en El discurso del rey o en La chica danesa, películas celebradas por los premios y que eran demasiado serias como para señalarlas con el dedo. A estos gatitos todos les dan sin culpa, en conclusión, porque es fácil pegarles.