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En Cavalo Dinheiro (2014) el prtugués Pedro Costa vuelve al formato del largo y a trabajar con Ventura en una de las obras más potentes que ha dado el cine mundial en los últimos años.
Cavalo Dinheiro, es una película de regresos. Del regreso de Pedro Costa a los largometrajes tras varias incursiones en el formato corto. Y es también –y sobretodo– el regreso a un actor, Ventura, el caboverdiano inmigrado en Lisboa desde hace décadas, con quien el cineasta ya colaboró en Juventud en marcha (2006) y en tres cortos.
Arrebatadora, onírica y fantasmagórica, Cavalo Dinheiro es también un regreso al pasado reciente de un país, a las memorias de la revolución de 1974, y a las vivencias de la comunidad africana en un país ex colonizador aprendiendo los retos de la democracia. Ventura surge acompañado por dos otros inmigrantes cabo verdianos, Vitalina Varela y Tito Furtado. Y los tres, como tantos otros, podrían ser marionetas de un sistema trágico de cuyo destino no pueden escapar. La canción Alto Cutelo, del grupo Os Tubarões –que suena dos veces en la película, una en su versión original, otra cantada por Ventura– no especifica ese destino, pero su letra nos deja algunas pistas sobre las vidas de la diáspora caboverdiana en la metrópoli: mano de obra barata, lejos de su país, explotada en los astilleros navales de Lisboa.
Pero todo esto –las memorias, las referencias políticas, la canción que rompe momentáneamente con la austeridad de la película–, todo esto escapa al filtro de una narración convencional y cronológicamente coherente, como si el pasado y el presente se deconstruyeran para que después se fusionaran otra vez en una serie de poderosos tableaux vivants magníficamente construidos por la cámara de Pedro Costa y de Leonardo Simões.