A la caza de un público esquivo
Hubo un tiempo en que el capitán Solomon Kane (James Purefoy) era un implacable mercenario, entrando a sangre y fuego en nombre de Inglaterra. Un auténtico asesino que no vacilaba en saquear y devastar, usando a su bandera como estandarte de muerte. Pero esto cambió el día en que su ejército fue diezmado y su alma víctima de una maldición demoníaca, que lo forzó a tomar el camino de la paz y la rectitud.
De regreso en su país y sin atreverse a regresar a la casa paterna, de la que se exilió voluntariamente cuando adolescente, se cruza en el camino de una familia de cuáqueros que esperan viajar a América. Uniéndose a ellos para reforzar su cambio de conducta y de vida, Kane no tarda en ser alcanzado por un siniestro ejército que, persiguiendo su alma y un oscuro propósito, devastan a la familia que le alberga y secuestran a la hija (Rachel Hurd Wood). Atormentado, se propone salvar a la joven aunque le cueste dar su vida y resolver el enigma detrás de las fuerzas demoníacas que asolan la región.
Con el estreno tardío de "Cazador de demonios" se prefigura ya el apático cierre de un año que ha tenido pobres exponentes en lo tocante a la acción comiquera. Esta cinta no será la excepción. Con atractivos escenarios, efectos especiales y fotografía, busca compensar un guión bastante endeble e insulso: la falta de nombres de fuste en el reparto no ayuda en ese sentido. En su favor, se podría decir que la hora y media, poco más, que la compone, se pasa bastante rápido gracias a la agilidad del relato.
En síntesis, se trata de un producto pensado y diseñado para entretener a un público acostumbrado a la mitología rimbombante con estética comic, predigerida y sobreexplicada propia de estos tiempos donde el mainstream es ley. Pero como producto se revela insuficiente, dada la poca consistencia de una trama que abreva de diversas fuentes ya explotadas. Salvo los breves momentos de tensión y los clímax (sí, hay más de uno) dramáticos, no existe en este filme originalidad alguna.
Al menos los actores se esfuerzan por ponerle un poco de esfuerzo a situaciones y diálogos que no tienen mucho brillo. Si no fuera por esto, se podría creer que estamos frente a un filme de la más rancia e ilustre clase B.