El género fantástico derivado de la literatura juvenil es como la hidra, la mitológica criatura que aparece en tantos cantos griegos. Se le corta una cabeza, y surgen dos, y así sucesivamente. Con la muerte cinemática de Twilight, mes a mes, año a año, vemos como renacen más y más subproductos que apuntan a agarrar la dudosa corona de laureles que dejó la saga vampírica. City of Bones es el último intento de la estirpe, y posiblemente logre su cometido, pero al costo de ser algo nada especial y aburrido.
Hay una extensa lista de problemas con la película en sí. Alejémonos del material original, que como toda saga de aventuras juvenil que se precie, ya acumula seis libros y algunas precuelas más. Durante los pesados 130 minutos que dura la propuesta se tiene que conocer a la protagonista y a su interés romántico y secundarios acordes. Esto sucede de la peor manera, y ya no se sabe si es culpa de la escritora Cassandra Clare o de la paupérrima guionista Jessica Postigo Paquette - en su más que cuestionable primera salida al mundo de Hollywood -, pero ningún personaje se destaca más allá de la opacidad de los clichés que conforman. El misterioso salvador, el mejor amigo enamorado perdidamente de ella, el villano más malo que el Diablo, etc. La joven Lily Collins hace lo que puede con el escaso material que tiene a su disposición y logra un atisbo a una heroína liberada, especial, la Elegida digamos, pero todo se va diluyendo con el correr de los minutos. Incluso actores del calibre de Jared Harris o Lena Headey son insertados en el film para agregar un poco de star quality, pero no sirve de mucho. Y si muchos esperaban ver a un nuevo galán corporizado en la piel de Jamie Campbell Bower, sigan esperando, pues el muchacho fue a la misma escuela que Robert Pattinson y su carisma brilla por su ausencia. No es coincidencia el pequeño papel en la saga Twilight del señor, sino una futura ironía de la vida.
En el mundo de la fantasía, todo está inventado, y la verdadera estrategia a seguir es contarnos una vez más la misma historia pero con un manejo diferente, como para que no parezca que estamos presenciando un hurto a otras películas de mejor calidad, o mejor entretenimiento si vamos al caso. City of Bones no solo no logra eso, sino que su acumulación de criaturas mágicas - brujas, magos, hombres lobo, vampiros - genera un exceso demasiado obvio, un pastiche del que no se recupera nunca. Imagino que los seguidores de la historia en papel y tinta serán lo que tengan la última palabra al respecto, pero el consumidor pasajero poco y nada tiene a lo cual asirse, porque las vibras fundamentales que tanto se le criticaron a Twilight siguen latentes y parece que su influencia nunca se terminará. No puedo decir que la mitología presente en la trama no sea interesante. Tiene su puntito de inquietud, una pizca de mitología, e incluso se anima a jugar en un film del estilo, con algo de incesto. Leyeron bien, incesto. Pero todo esta construcción se aplasta con un antagonista de cartón, con motivos oscurecidos por su propia estupidez, y una acumulación de vueltas de tuerca y sorpresas que se sienten y se ven inverosímiles y traicioneras.
Es una pena que el director Harald Zwart se haya librado de las pesadas acusaciones de su reimaginación The Karate Kid y haya caído directamente en las fauces de lo netamente comercial, sin posibilidad alguna de mostrarse como un realizador particular. No es una gran producción, ni nada del otro mundo, se asemeja bastante a algo de gran calibre que podría hacer el canal SyFy, e incluso así es tediosa y poco trabajada.
Se nota que los productores le tienen mucha fe al lo que tienen entre manos. Sin ser un proyecto millonario como se acostumbra en estos casos, City of Bones todavía no llega a estrenarse y el próximo mes de Septiembre comienza la producción de la secuela, City of Ashes. Si funciona como ellos quieren, hay Clary Fray para rato. Queda en ustedes decir si es una bendición o una maldición.