Cazafantasmas

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

La película es la misma

Este “reinicio”, no remake, tiene más coincidencias que diferencias con el filme clásico de 1984.

“I hate reboots” (Odio los reinicios), rezaba una remera de Dave Lizewski en Kick Ass 2. Y sí: los reinicios hablan de falta de ideas, saben a comida recalentada, son el summum del negocio antepuesto a la creatividad. Y tienen que lidiar con las comparaciones. Así que digámoslo de entrada: esta Cazafantasmas pierde frente a la de 1984. Pero capta su espíritu y no deja de ser una opción viable para padres desesperados en estas vacaciones de invierno (eso sí: sin niños mediante, lo mejor es quedarse en el sillón del living viendo la original).

Los fanáticos pusieron el grito en el cielo por el cambio de sexo del cuarteto protagónico. Pero fue un acierto de Paul Feig: que las cazafantasmas sean mujeres atenúa la nostalgia por ese formidable trío que formaban Bill Murray, Dan Aykroyd y Harold Ramis (el rol de Ernie Hudson era muy menor). Se trata, además, de buenas actrices cómicas, fogueadas -como sus antecesores- en Saturday Night Live, que cumplen sus papeles con eficacia (sobre todo Kate McKinnon).

La película apunta a las potenciales nuevas generaciones de fanáticos de los cazafantasmas, y hacia ese público infantil va el humor: es todo bastante inocente, con muchos gags físicos. Los guiños a los adultos pasan por los cameos del antiguo elenco (están casi todos, incluyendo un busto de Ramis) y el respeto por la imaginería cazafantasma (el auto; el cuartel; los artefactos; el logo; el fantasma verde).

“Es un reboot, no una remake”, se encargaron de aclarar las protagonistas y el director. Pero algo de remake hay, porque la trama tiene más coincidencias que diferencias con la película que hace 32 años escribieron Harold Ramis y Dan Aykroyd y dirigió Ivan Reitman (los dos últimos ahora están involucrados como productores ejecutivos). Ante una epidemia de apariciones espectrales en Nueva York, tres científicas despedidas del mundillo académico por sus excéntricas investigaciones paranormales deciden iniciar su propio emprendimiento: una empresa de exterminadores, pero no de cucarachas sino de fantasmas.

Las diferencias más notorias a nivel argumental son que aquí hay un villano detrás del alud fantasmagórico, y que los papeles que hacían Sigourney Weaver y Rick Moranis están condensados en el secretario torpe de Chris Hemsworth (un hombre objeto/rubio tarado que da la nota más feminista de la película). Todo está bastante bien llevado hasta la mitad de la historia. Después, el ritmo decae y la película termina pareciéndose demasiado a una de superhéroes con abuso de efectos especiales. Incluyendo una escena al final de los créditos, que sugiere que las cazafantasmas llegaron para quedarse.