El actor y director Paul Feig entró por la puerta grande de la comedia dramática con Bridesmaids (2011), acerca de un grupo de mujeres que se pelean por ser la mejor amiga de la novia, y esta revisión de Ghostbusters (1984), definitivo clásico ochentoso, repite la fórmula del elenco femenino (y a dos actrices, Kristen Wiig y Melissa McCarthy). Pero su carta ganadora es cómo homenajea a los 80, sin recurrir a atajos de guión como flashbacks o (peor aún) la ambientación de época: Erin Gilbert (Wiig), Abby Yates (McCarthy) y Jillian Holtzmann (Kate McKinnon) no solo son distintas (la flaca Erin, la gordita Abby, la nerd Jillian) sino que al elenco se agrega la negra Patty Tolan (la notable Leslie Jones), con lo que se respeta el hipócrita all-inclusive de los 80. Hay algo más, ¿herencia del film de horror It Follows, en 2014?, y es que si bien el film se siente moderno es al mismo tiempo atemporal. Ese termómetro lo marca la ausencia de celulares. Los personajes se comunican por teléfonos de línea, y se mezclan laptops con los voluminosos radiograbadores de la era dorada del hip hop, junto a los aparatosos mecanismos vintage para cazar fantasmas. Y como colofón, Nueva York se muestra con placer y orgullo, como nunca más volvió a ocurrir desde los ’80.
Lo bueno es que el cóctel va sobre rieles, lo mismo que el humor, incluso partiendo de situaciones slapstick algo inocentes para el cine de hoy. Las cuatro actrices no son ajenas al humor y Chris Hemsworth, como el galán torpe que asiste al grupo, demuestra que en el fondo es un gran comediante. Pero la trama es demasiado floja para sostener el artificio. Cuando el antihéroe que convoca a todos los fantasmas se convierte en el icónico fantasmita tamaño Godzilla y ataca Times Square, la película cae en un absurdo y pasa de la buena idea inicial a ser otro tanque de la semana.