Cazafantasmas

Crítica de Laura Petroff - El Lado G

Ghostbusters no es terrible ni genial, es sólo una historia creada con cariño por la original.

La negatividad con la que se recibió la noticia del relanzamiento de Cazafantasmas (Ghostbusters, 1984) es casi insólita. La proporción de Me Gusta y No Me Gusta en el trailer subido a YouTube el año pasado es similar a la del video Friday, de Rebecca Black (caso en el que algunas comunidades online se pusieron de acuerdo para llenarlo de pulgares para abajo). Muchos dicen que es a causa de la misoginia del público, otros creen que la película tiene tintes racistas, pero la mayor parte del puntaje negativo previo al estreno tiene que ver con el miedo que se le tiene a las remakes y reboots. Muchas han salido mal, otras salieron tan bien que nadie recuerda el corpus original y en todo caso, a veces es difícil encontrar equipos en Hollywood que sean tan fans de algo como el colectivo que consumirá el nuevo producto cuando salga.

Erin (Kristen Wiig) y Abby (Melissa McCarthy) fueron muy amigas en una época. Su amor por lo sobrenatural las llevó a escribir un libro juntas, pero años después la reputación de Erin como profesora se verá manchada por este antecedente. Así vuelven a encontrarse, y cuando el dueño de una mansión aparentemente embrujada las llama desesperado dejarán sus problemas de lado para ver, como siempre quisieron, un fantasma de verdad. Se les unirán Patty (Leslie Jones) y Holtzmann (Kate McKinnon), formando un equipo con lo justo para mantener bajo control la plaga de espectros que acosa Nueva York.

La carrera del director, Paul Feig, tiene mucho que ver con la comedia y poco con lo sobrenatural. El tipo de chick-flick cómico que caracteriza a esta década conoce a Feig muy de cerca: Bridesmaids (Damas en Guerra, 2011), The Heat (Armadas y Peligrosas, 2013) y Spy (2015) son todas parte de su CV. Lo acompañó como guionista Katie Dippold, con antecedentes interesantes como su participación en programas de tv como Parks and Recreation y MADtv. Esta dupla justifica perfectamente el tipo de comedia que la nueva Ghostbusters es: muy moderna, muy improvisada y llena de momentos a lo Saturday Night Live. Esto le juega en contra en muchas ocasiones, ya que se hacen muy notorios los saltos entre partes improvisadas y chistes preparados. Es un problema muy común en este tipo de humor, y el montaje siempre ayuda a maquillar el error pero no fue posible con la reboot de Ghostbusters. Las actuaciones del equipo principal son lo esperable: ridículas y forzadas, que es lo que se usa en las comedias hoy. El papel de Chris Hemsworth es más interesante que lo que el trailer sugiere y, en la ridiculez generalizada de las actuaciones se lo ve tan entretenido como al resto del elenco. El afecto de los involucrados por la franquicia es algo muy evidente en esta película: si todo el público la recuerda con tanto cariño, los comediantes más.

Es imposible superar a una película tan querida como Ghostbusters. La primera entrega tiene ya 32 años, por lo que va quedando vieja para la nueva generación. La ausencia de chistes cerdos (está categorizada como PG-13) ayudará a que los que no pudieron disfrutar la película original, por la razón que sea, tengan una vista a lo que la franquicia cazafantasma tiene para ofrecer.

Como cualquier comedia de esta época, Ghostbusters solamente puede ofrecer unas cuantas risas entre el título y los créditos, pero eso es más o menos lo que ofrece cualquier película de este género en cualquier época. Pretender una obra maestra de algo que no es más que un montón de gags juntos es ridículo, y odiarla también. Ninguna infancia será arruinada y tal vez hasta mejore la de los más jóvenes que por primera vez en su vida conocen a los Cazafantasmas. No falta la sensación de ser parte de una gran aventura, ni esa alegría que da ver a los protagonistas evolucionar: Ghostbusters no es terrible ni genial, es sólo una historia creada con cariño por la original.