La película más escalofriante del año está basada en hechos reales. Para ver junto con Citizenfour y reflexionar. Muchos años de literatura, sobre todo del siglo XX, trajeron a las generaciones más recientes los rezagos de la vida durante y después de la guerra mundiales. Es curioso como, luego de la Segunda, los autores se inclinaron tanto hacia la ciencia ficción. Obras como 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury se convirtieron en clásicos gracias a su (pesimista) visión del futuro, atmósferas sofocantes, vigilancia masiva y fuertes restricciones ideológicas, algo que su generación sufrió mucho, más que nada en Europa. Gracias a las nuevas tecnologías se volvió mucho más fácil el conflicto. Luego de las grandes guerras se comenzó a competir en el campo de lo económico, y ahora que las avanzadas comunicaciones lo permiten, es la información ese bien tan preciado por los países ya llenos de poder. Las contiendas que antes concluían con muchos muertos hoy terminan incluso antes de el perdedor sepa que está jugando. La historia de Edward Snowden le dio al mundo la pista de que hace rato estamos inmersos ese futuro tan terrible. Luego de que una lesión lo deje de afuera del servicio militar, Edward Snowden (Joseph Gordon-Levitt) decidió hacer uso de su gran aptitud para la computadoras y buscar un puesto en la CIA para ayudar a combatir el terrorismo. Los manejos sucios de esta entidad lo sorprendieron sobremanera: con la excusa de evitar un ataque similar al de las Torres Gemelas en 2001, el gobierno de los Estados Unidos estaba vigilando a través de sus dispositivos electrónicos a toda su población y plantando malware en las PCs de los gobiernos aliados (por las dudas). Luego de 8 años de estar involucrado en estas misiones, Snowden decidió, por el bien de todos, divulgar esta información y los documentos que lo respaldan. Contactó para esto a los redactores de The Guardian Glenn Greenwald (Zachary Quinto), Ewen MacAskill (Tom Wilkinson) y a la directora de documentales Laura Poitras (Melissa Leo), que luego convirtió la experiencia en CItizenfour, la ganadora del Oscar a Mejor Documental en 2015. Es difícil hacer una película sobre un asunto tan delicado. Es por eso que el director, Oliver Stone, decidió filmarla afuera de Estados Unidos y con financiación parcial de Francia y Alemania. Él y Joseph Gordon-Levitt se reunieron con Snowden para charlar sobre la producción. Los recaudos tomados durante la filmación fueron inmensos: el guionista Kieran Fitzgerald y Stone llegaron al punto de escribir el guión en una computadora sin acceso a internet. La película está basada en dos libros: The Snowden Files de Luke Harding y Time of the Octopus de Anatoly Kucherena (el abogado ruso de Snowden). Para el papel de Lindsay Mills, la novia de Snowden, se eligió a Shailene Woodley (The Fault In Our Stars, 2014). La epilepsia de Snowden y el estrés causado por su trabajo son algo muy bien relatado e importante para la entenderlo en su desesperación. A diferencia del documental Citizenfour (2014), en Snowden se relata su camino, tanto personal como moral y las reacciones suyas que desencadenan el posterior escándalo. A algunos, la idea de estar completamente entregados a un poder superior no les causa ninguna incomodidad. Tal vez porque confían en su gobierno, tal vez porque saben que no tienen nada que ocultar, pero estas no son razones para que el derecho a la privacidad (uno de los Derechos Humanos) sea violado en pos de una competencia económica y política que nada tiene que ver con sofocar al terrorismo. La simple existencia de esta herramienta puede causar catástrofes políticas y sociales (que ya han sucedido, incluso con registros mucho menos tecnologizados). El cyberpunk, ese género que jugaba con la idea de un poder absoluto vs. el pequeño individuo que lo confronta desde atrás del teclado, es un invento de los 80 que la realidad terminó por imitar.
Entretenida como las demás pero con una trama pochoclera y vacía. A pesar de que la primera película de Inframundo tomó elementos prestados de un montón de otras franquicias, es entre todas ellas la que más se extendió en el tiempo (y con más éxito). A diferencia de Matrix (1999), que vivió lo suficiente como para convertirse en villano, Inframundo, con mucha menos filosofía y una estética similar, logró producir cinco películas hasta la fecha y con el cariño del público intacto. Tal vez sea porque es pochoclera hasta la médula, o porque su utilización de avances tecnológicos en lo visual la mantienen vigente entre los estrenos anuales de acción desde su inicio. Es verdad que es mucho menos cerebral pero no se puede tener todo. Como Selene (Kate Beckinsale) tiene sangre del primer inmortal y su hija es un híbrido entre un lycan y un vampiro, ambas son perseguidas por las dos comunidades alrededor del mundo. Cuando los lycans comienzan a hacerse más fuertes gracias a su nuevo líder Marius (Tobias Menzies) los vampiros empiezan a preocuparse. Para que entrene a sus nuevos e inexpertos asesinos le prometerán amnistía a Selene; no tienen otra manera de sobrevivir el inminente asedio lycan. El problema es que Semira (Lara Pulver), la nueva líder de los vampiros es sumamente ambiciosa y no parece disfrutar mucho la presencia de Selene en su castillo. Luego de su carrera como directora de fotografía en películas como El Día Después de Mañana (2004), Anna Foerster hace con Inframundo: Guerras de Sangre su debut como directora. El guión estuvo a cargo de Cory Goodman (El Último Cazador de Brujas, 2015). Muchos de los roles de las anteriores películas fueron repetidos, como el de Kate Beckinsale, Charles Dance (Game of Thrones, 2011) y Theo James (Divergente, 2014). Además hay muchos cameos, más que nada en forma de flashbacks. Lara Pulver, que interpreta a Semira, es conocida por su papel de Irene Adler en la serie Sherlock (2010). El último de los protagonistas es Tobias Menzies (Outlander, 2014), que se pone en la piel de Marius, el nuevo líder lycan. El director de las dos primeras películas y ex-pareja de Beckinsale, Len Wiseman, sigue involucrado en la franquicia desde el lugar de productor. Muchos elementos se mezclaron en el momento justo para crear el universo de Inframundo. No sólo hay mucho de la estética de Matrix (1999) en cuanto a escenografía y vestuario, sino que también se inspiraron (tal vez demasiado) en el juego de rol Vampiro: La Mascarada de 1991 y las películas de Blade (1998). Estas obras sentaron las bases para la exitosa fusión entre la noche urbana y la figura del vampiro, casi siempre relacionada con castillos, ataúdes y otras chucherías pasadas de moda. A pesar de estas musas tan importantes, Inframundo no logra crear una ambientación que se destaque, cometiendo errores simples como no cambiarle el diseño de vestuario a Selene a lo largo de las 5 películas, un detalle que ayudaría a que el espectador no se pierda cronológicamenre entre tanto contenido. Hasta en la similar franquicia de acción-terror Resident Evil (que comenzó en 2002 y continúa activa hasta la fecha) tuvieron esta delicadeza. El ritmo de Guerras de Sangre deja mucho que desear y algunos estereotipos gastados siguen perpetuándose. Las peleas tienen coreografías interesantes, pero desde el principio de la saga hasta hoy hubo poca evolución, algo que puede decirse de casi todos los aspectos de la franquicia. A pesar de esto, tiene una gran cantidad de seguidores que estarán felices de saber que otra Inframundo está ya en producción. Seis películas iguales son demasiado, pero la fama y ganancia que lograron para su estudio es innegable.
El aspecto melancólico del género noir encaja muy bien con ese porteño tanguero tan romantizado de la Capital Federal. El policial, evolución necesaria para este estereotipo, permitió que esos valores, algunos ya en desuso, vuelvan a hacerse presentes (y vendan muchas entradas y ejemplares) en este lado del mundo. Cualquier evolución de este tipo, sin embargo, viene también con cambios de imagen, y casi exclusivamente impulsado por la estética de Drive (2011) el neon y el policial se volvieron buenos compañeros de pantalla. Al cine argentino también le tocó hundir el pie en estas aguas, y Amateur es el resultado. Martín (Esteban Lamothe) trabaja en un canal de televisión. Luego de tener algunos problemas con su mujer, se muda a uno de los departamentos de Battaglia (Alejandro Awada), dueño del canal. Cuando le asignan la tarea de catalogar material viejo en su trabajo, encuentra un video pornográfico en el que la actriz resulta ser Isabel (Jazmín Stuart), la mujer de Battaglia. Luego de seguirla obsesivamente concretan un encuentro amoroso que revela información terrible. Cuando la encargada del edificio (Eleonora Wexler) descubre este secreto, generará una bola de nieve que complicará a todos a su alrededor. Para producir Amateur se mezclaron un director primerizo pero con mucha experiencia en producción, Sebastián Perillo, y una guionista recibida de la Universidad del Cine, Lucila Ruiz. La elegancia que decidieron aplicarle a todos los aspectos artísticos de la película se traslada perfectamente a las performances de los actores. Todo es misterioso, nadie revela demasiado y esto es parte indispensable de un policial. Esteban Lamothe y Jazmín Stuart tienen muy buena química y el gran desempeño de Alejandro Awada se dosifica en las medidas justas que la trama requiere. Es especialmente bueno el trabajo de Daniel Kargieman, y el papel que se le dio, aún mejor. El personaje de Eleonora Wexler es el que junta todas las historias, pero la suya propia es importante también. La música que encierra sus performances, potente y llena de personalidad, es lo que termina de pulir esta imagen de neón que tan bien le queda a un policial como Amateur. A pesar de los aciertos, el guión está todavía a un pasito de llegar a la calidad que su estética tan bien realizada sugiere. Algunas relaciones protagónicas están definidas muy vagamente, algo que termina por negarle a uno esa satisfacción única que da ver un policial resuelto, algo que podría haberse arreglado en 5 minutos más de película. Sin embargo, los ritmos están manejados perfectamente y la inclusión de un comic relief, ese personaje que le saca la seriedad a todo, termina de darle al guión de Amateur un estilo casi extranjero y muy bien logrado a pesar de algunos pequeños percances a la hora de justificar lo que pasa.
Aparte de un par de intentos dispersos entre tantos estrenos animados anuales, es raro que una empresa más bien pequeña lance películas de este estilo en Argentina. Hay pocas productoras con suficiente presupuesto para realizar filmes como los de Pixar, DreamWorks y la más reciente Laika. Igualmente, aunque cuenten con el dinero necesario para llevarla a cabo, también conviene tener un equipo con buen criterio y buenas ideas. En Las Locuras de Robinson Crusoe son estos los ingredientes que no lograron completar bien el trabajo de los animadores de la productora belga nWave Pictures. Luego de un largo viaje, una tormenta se cruzó con La Luna, el barco en el que navegaba Robinson Crusoe (Gabriel Gama). El resultado de este encuentro fue terrible para el navío, que se destruyó muy cerca de una pequeña isla tropical. Acompañado por el perico Martes (Carlos Díaz) y el resto de los animales de la isla, Crusoe decide construir un refugio utilizando los restos del barco. Lo que no sabe es que un par de gatos perversos que viajaban con él en La Luna también sobrevivieron y quieren comerse a todos sus nuevos amigos. La dirección de Las Locuras de Robinson Crusoe estuvo en manos de Vincent Kesteloot y el belga Ben Stassen. El guión estuvo a cargo de Domonic Paris, y los tres juntos ocuparon estos mismos roles en Sammy 2: El Gran Escape (2012). Los mexicanos Gabriel Gama y Carlos Díaz prestan su voz para los personajes principales y su trabajo es más que excelente. El arte del doblaje en México cada vez avanza más. Robinson Crusoe es uno de los personajes clásicos que todas las generaciones recuerdan con cariño. Su aventura original, escrita en 1719 por el inglés Daniel Defoe, no es exactamente infantil, y una adaptación fiel sería terrible para los espectadores más chicos. El enfoque que se le dio en esta versión, a pesar de ser más apropiado para ellos, tiene algunos momentos siniestros y tristes que tiñen de gris a toda la película. Su humor es soso, muy apoyado en el slapstick y lo más físico, pero no alcanza para tapar aquellas partes más oscuras. A pesar de la buena intención, Las Locuras de Robinson Crusoe no es tan graciosa como para que los niños la recuerden, ni tan ingeniosa como para que los adultos la disfruten. Un nuevo buen intento que tal vez lleve a su productora a crecer en calidad y comedia.
Los personajes entrañables y efectos perfectos llevarán a la audiencia a ese mundo de fantasía que esperaban. Nada más que lo prometido. Las adaptaciones en el cine casi nunca son un éxito absoluto. Sean de libros, videojuegos, series o comics, siempre algún fan saldrá disgustado de la sala quejándose de que recortaron tal parte, simplificaron personalidades o le pusieron al protagonista un suéter de color distinto al que usa en el libro. Es imposible complacer a todos, pero cuando el autor de ese libro que tanto les gusta es también quien escribe un nuevo guión original, nada (o poco) puede salir mal. Que el talento de J.K. Rowling para crear un mundo que convoca a tantos sea utilizado en un medio distinto al papel, seguramente también dejará disconformes a algunos, pero los resultados son innegables. Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos tiene todo lo necesario para ser uno de los éxitos más grandes de la próxima década. Newt Scamander (Eddie Redmayne) no es como cualquier otro mago: su corazón está con las criaturas mágicas que plagan el planeta. Al llegar a Nueva York, el británico se ve envuelto en un gran desastre, causado por el escape de algunos animales ilegales que llevaba en su valija. La comunidad mágica de la ciudad, incluso antes de este accidente, ya corría el riesgo de ser expuesta gracias a las constantes apariciones de un misterioso ser que destruye todo a su paso. Junto a Tina (Katherine Waterston), Jacob (Dan Fogler), un no-maj (como le dicen a los muggles en Estados Unidos) y Queenie (Alison Sudol), Newt deberá perseguir a sus bichos fugitivos y al mismo tiempo escapar de Percival Graves (Colin Farrell), un Auror que trabaja para el MACUSA (Congreso Mágico de USA) y debe detenerlo por su actividad ilegal. El equipo de Animales Fantásticos está muy atado a la franquicia de Harry Potter, tanto en los libros como en su adaptación a la pantalla grande. El director, David Yates, ocupó el mismo puesto en las cuatro últimas películas de la gran saga del mago. El guión estuvo a cargo de la mismísima J.K. Rowling, alguien que no necesita ninguna introducción. Ya reveló, por otro lado, que el plan es producir una trilogía de Animales Fantásticos. Que los productores (Neil Blair, David Hayman, Steve Kloves, Tim Lewis, la propia Rowling, Rick Senat y Lionel Wigram) sean los mismos que los de Harry Potter, ayuda a que Animales Fantásticos mantenga la imagen y estética que se había logrado en los filmes del mago. El reparto está dividido entre actores con mucha experiencia y otros con poca, pero ninguno decepciona y agregan rasgos interesantes y cómicos a la trama, además de que es una buena oportunidad para muchos de probarse en franquicias grandes. En el rol protagónico está el ganador del Oscar a Mejor Actor en 2014 por su trabajo en La Teoría del Todo, Eddie Redmayne. Lo acompañan Katherine Waterston (Inherent Vice, 2014) y Alison Sudol (Dig, 2015), que interpretan a las hermanas brujas que ayudan a Scamander en su búsqueda. El no-maj del equipo es encarnado por Dan Fogler (Secrets and Lies, 2015) un comediante que armoniza perfectamente con el personaje que le asignaron y hasta podría decirse que hizo la mejor actuación de todo el elenco. Cierra el círculo protagónico Colin Farrell (Phone Booth, 2002), al que no muchos le tenían fe pero que ocupó el lugar del villano con gran habilidad. Para papeles secundarios se eligieron a otro grupo de excelentes actores, como Ezra Miller, Jon Voight y Ron Perlman. En el universo de fantasía de Harry Potter los personajes suelen ser demasiado excéntricos y esta nueva entrega no es la excepción. El trabajo del equipo de vestuario es excelente. Lograr piezas y conjuntos que se vean a la moda tanto en 1920 como en la actualidad no siempre es fácil, pero ellos lo lograron. La manera en que construyen a los personajes a través de su indumentaria es poco sutil pero efectiva y da un acabado perfecto a sus personalidades. A pesar de que el guión está escrito por una de las autoras más famosas de la última década, no le faltan esos clichés cansadores que a veces hacen que una película sea igual a otras mil. A pesar de esto, algunos son necesarios. Algunas relaciones negativas muy específicas y otros asuntos de discriminación, ya utilizados hasta el hartazgo en el cine, vuelven a no sorprender a nadie. No dejan de ser entretenidos pero de J.K. Rowling se espera algo mejor. Estas ideas están muy gastadas, y sumadas a los complicados arcos de la película, pueden terminar generando gran confusión. Sin embargo, el cariño que los personajes se ganan apenas ponen un pie en la pantalla, logrará mantener la atención del espectador. Una película introductoria como esta, a pesar de sus atajos en el guión, es una buena manera de dejar el camino preparado para un futuro más creativo.
Una franquicia divertida de acción se expande con esta secuela que no le llena a los talones a la original. En su afán de crear héroes duros, silenciosos y parecidos a ese ideal melancólico que el género noir le imprimió al cine, Hollywood terminó por matar al carismático caradura que todas las mujeres querían tener y todos los hombres querían ser. Siempre figurativamente. Este modelo evoluciona mucho en poco tiempo, sólo basta observar los evidentes cambios de estilo entre ídolos de distintas épocas y regiones: Indiana Jones es más despreocupado que Ellen Ripley, que se enfrenta a bichos más grandes que Rambo, un soldado con problemas mentales más serios que Star Lord, que ni siquiera trabaja en el mismo planeta de John McClane, un policía con menos músculos que Conan, que naturalmente usa armas de fuego peor de Jason Bourne. En tan solo 30 años, el héroe fue intelectual, bruto, callado, taciturno o extrovertido y el público lo recibe siempre con brazos abiertos, pero cuando pasan años sin tener a un cararrota como Reacher, un poco se lo extraña. Dos muertes misteriosas en un puesto militar de Afghanistan dejan como sospechosa y en prisión a Susan Turner (Cobie Smulders), su superior. Jack Reacher (Tom Cruise), a pesar de la evidencia, está seguro de que la están incriminando con fines corruptos. Luego de evitar que dos sicarios la asesinen en su celda, Reacher comienza a seguir el rastro de un testigo que puede limpiar el nombre de Turner, pero no los dejarán operar tan fácilmente. Mientras más suben en la cadena de mando, más turbios y evidentes se vuelven los manejos ilegales del puesto de Afghanistan. Con sus vidas en peligro y una joven cómplice (Danika Yarosh), investigarán hasta llegar al fondo del misterio. El trío de director (Edward Zwick), guionista (Marshall Herskovitz) y protagonista (Tom Cruise) ya probó su efectividad con la producción de The Last Samurai (2003). El año de su estreno fue nominada a cuatro Oscars y ganó otros 19 premios, entre ellos un AFI y 4 Satellite Awards. A pesar de que Jack Reacher 2 está basada en un libro, es sumamente pobre en cuanto a guión. Las partes llamativas no faltan y cuenta con una coreografía de peleas excelente, pero sin una buena trama que las sostenga. El trabajo de los actores no es espectacular, pero sí apropiado para un filme de este estilo y su desempeño en las peleas muestra gran entrenamiento y preparación. Cobie Smulders, conocida por su trabajo en Agents of S.H.I.E.L.D. (2013) y How I Met Your Mother (2005-2014) tiene muy buena química con Cruise frente a las cámaras, sobre todo en las secuencias humorísticas. Los acompaña Danika Yarosh, que tiene una corta pero prometedora carrera y protagonizó la serie de TV Heroes Reborn (2015). Su personaje no es más que un accesorio para el de Reacher, un indicador de lo escaso del guión, pero aún así hace un excelente trabajo. Muchos hombres rudos y severos son protagonistas de producciones en Hollywood hoy. Tal vez esté en manos de Jack Reacher, Star Lord y Deadpool traer al frontman cómico de vuelta, para darle un poco de color y vivacidad a esa pantalla que franquicias como Taken y la saga de Bourne tiñeron de gris en los últimos años.
Nada muy especial. Causará más gracia a los que recuerdan la década del 90. A pesar de que los cines exhiben muchas (muchísimas) películas basadas en historias reales, el género comedia no suele estar incluido. Proliferan el drama y la biopic, a veces la acción o el cine catástrofe, pero pocas veces se vieron comedias basadas en historias reales. Las últimas dos que hicieron un poco de revuelo fueron El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013) y la más reciente Amigos de Armas (War Dogs, 2016). A pesar de que hay dos o tres más, no se les ha dado mucha atención. Hizo falta que un equipo que se dedica casi exclusivamente a la comedia tome el intento de robo a una empresa de coches blindados y lo convierta en una ridícula aventura para toda la familia. En 1997 se produjo uno de los robos de efectivo más grandes de la historia de Estados Unidos. El enamoradizo David Ghantt (Zach Galifianakis) se relaciona mediante una compañera de trabajo, Kelly (Kristen Wiig), con Steve (Owen Wilson), un personaje turbio dispuesto a hacer cualquier cosa para ganar dinero. El plan es simple y casi nada peligroso: como David es un empleado de confianza en la empresa de coches blindados en la que trabaja, entrará después de hora con su tarjeta y llenará una de las camionetas con todo el dinero que pueda. Steve ocultará el dinero en su casa, David huirá a México y volverá a reclamar su parte cuando las cosas se calmen. El problema es que ahora es un hombre buscado por el FBI y por un asesino a sueldo (Jason Sudeikis) que Steve contrató para no compartir el botín. Las personas que moldearon el humor mainstream de hoy están de una u otra forma involucradas en Masterminds. El guión fue co-escrito por Emily Spivey, que tiene mucha experiencia en shows como Saturday Night Live (2001-2010) y Los Reyes de la Colina (2002). El lugar de director lo ocupa Jared Hess, conocido por dirigir Napoleon Dynamite (2004) y Nacho Libre (2006). A pesar de que películas de este tipo suelen mantenerse desconocidas, el reparto elegido le dará ese empujoncito que necesita para llegar a más personas. Como protagonista eligieron a Zach Galifianakis, una de las caras más reconocibles del género hoy gracias a su participación en ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009). Lo acompaña Kristen Wiig, conocida por su larga carrera (¡138 episodios!) en Saturday Night Live (2005-2014) y por ser una de las protagonistas de la remake de Ghostbusters, estrenada este año. Owen Wilson, el inolvidable Hansel de Zoolander (2001) es el villano Steve Chambers en Masterminds. Cierra el cuarteto protagónico Jason Sudeikis, también egresado de Saturday Night Live después de 172 episodios y conocido por ¿Quién *&$%! son los Miller? (2013). El verdadero David Ghantt colaboró en el guión y durante la filmación. A pesar de que, por ejemplo, Napoleon Dynamite es una de las comedias de culto más importantes hasta la fecha, sigue sin cruzar esa barrera invisible hacia lo mainstream. Es de un humor muy específico, casi mumblecore, en el que lo aburrido tiene notas graciosas y las desgracias también. El hecho de que los actores de Masterminds sean conocidos por haber actuado en películas muy famosas es, tal vez, lo que va a sacarla de ese pozo del que Napoleon nunca pudo escapar. También es cierto que esto puede jugarle en contra, y el humor que, en boca de Jon Heder es tan agudo, dicho por Galifianakis con un acento sureño puede interpretarse como zonzo, perverso y hasta degenerado. Todo, como siempre, depende del contexto.
La Segunda Guerra Mundial es el conflicto militar internacional más recordado en la actualidad. Al haber causado una de las tragedias más grandes de la historia, al nazi se lo utiliza como el enemigo clásico en videojuegos, TV y cine. Gracias a tanta repetición, se creó un arsenal inmenso de contenido ambientado durante el conflicto, tanto de ficción como documental. Ya que el cine norteamericano es el que más alcance tiene en esta región, es común la saturación que las historias de la 2da Guerra con protagonistas gringos causan (y eso que EEUU no se unió a los aliados hasta más avanzado el conflicto). Es así que otros puntos de vista sobre este importante momento de la historia son no sólo bienvenidos, sino necesarios. Anthropoid llega a satisfacer esta necesidad de múltiples puntos de vista. Es 1942 y Checoslovaquia está dividida e invadida en diferentes zonas. Su estado oficial es una mentira, pero el verdadero gobierno checo, exiliado en Londres, tenía planes más combativos que dejarse pisotear por el Eje. Reinhard Heydrich, el tercer nazi más importante de la guerra, funciona como Protector del Reich en Praga. El gobierno checo organizó su asesinato, la Operación Anthropoid. El eslovaco Jozef Gabčík (Cillian Murphy) y el checo Jan Kubiš (Jamie Dornan) se infiltran en Praga luego de vivir exiliados para llevar a cabo la operación. Allí se instalan con al ayuda de la Resistencia y planean el golpe durante meses en el hostil y sangriento contexto de la ocupación alemana. La mayoría de la producción de Anthropoid es europea y los países involucrados son el Reino Unido, Francia y República Checa. Su director y guionista es Sean Ellis, conocido por dirigir Metro Manila (2013), que fue la propuesta del Reino Unido para los Oscars de ese año, pero fue elegida. Los protagonistas fueron interpretados por Cillian Murphy, cara muy reconocida gracias a su trabajo en la saga de Batman de Christopher Nolan (2005, 2008 y 2012) como el villano Scarecrow. Jamie Dornan se hizo conocido en estos últimos años por interpretar a Christian Grey en 50 Sombras de Grey (2015). A pesar de que cualquier fan de la historia o de la Segunda Guerra Mundial ya sabe el final de esta película, la manera en que está contada es, como mínimo, interesante. Todos los paisajes urbanos de Praga están aprovechados al 100% y a pesar de que muchos personajes resultan no servir para nada, es una adaptación bastante fiel a los hechos que ocurrieron en 1942. El mercado del cine, sobre todo en los últimos años, se remite solamente a temas que venden entradas con actores que sirven para lo mismo. No arriesga, por lo que las carteleras de estrenos pueden resultar aburridas para algunos. Anthropoid, con su historia y producción europeas, llega a dar un poco de variedad a ese medio que algunas semanas se vuelve un poco “gringocentrista”. La historia real de la Resistencia Checa y sus patriotas da un enfoque nuevo sobre un conflicto filmado hasta el cansancio. Un buen thriller histórico que revisita las crueldades del ejército alemán durante la guerra que los hizo tan infames.
A pesar de sus clichés, Manos de Piedra es una de las más efectivas películas de deportes del último tiempo. El deporte como tema en el cine es común y se lo ha usado para complementar muchísimos géneros. Comedias de deporte como Dodgeball (2004), dramas históricos de deporte como Invictus (2009), biografías de deportistas como Senna (2010) y documentales como Pumping Iron (1977). Las hay en todos los idiomas y de muchas épocas distintas, y nunca falla ese factor inspirador que las películas de deportes generan tan bien. Los discursos de los entrenadores son casi comparables con los de los militares del cine antes de lanzarse a la batalla y tal vez sea porque es en el deporte donde el humano civilizado escapa hacia la violencia y competitividad que supuestamente tiene en la sangre. La única vía de escape para esa fuerza vital que, a menos que sea frente a una situación urbana de vida o muerte, quedará siempre durmiente e inutilizada dentro de esta máscara que es la civilización. La vida de Roberto Durán no fue fácil. Creció en el medio de la pobreza y una intranquilidad política y social pesada, durante los 60, cuando el gobierno de Estados Unidos se rehusaba a darle a su Panamá natal el canal construido en medio de su territorio. Comenzó a boxear siendo niño, y se lo apodó Manos de Piedra. Esta biografía ilustra su ascenso a la fama, su vida familiar y su lucha interna contra el odio a los norteamericanos que su infancia cementó. Su manager, Carlos (Rubén Blades), le consiguió a uno de los mejores entrenadores de boxeo de la historia, Ray Arcel (Robert DeNiro) y le propuso convertirse con su ayuda en el siguiente campeón mundial. Luego de hacerse campeón de pesos ligeros, decidió entrar en la categoría welter, desafiando al popular Sugar Ray Leonard (Usher Raymond IV) Sus motivaciones, generosidad y problemas personales se hacen evidentes en esta cariñosa biografía (que igualmente no se guarda ninguno de los detalles desagradables). El director y guionista de Hands of Stone, Jonathan Jakubowicz, es venezolano. Su experiencia en dirección es algo esporádica pero Secuestro Express (2005) fue bien recibida. También participó en algunas series latinoamericanas como Lynch (2012) o Prófugos (2011). La combinación de actores hispanohablantes y norteamericanos en el reparto permite diálogos en ambos idiomas, pero el español es predominante. Así es como se le agrega veracidad a la trama, sobre todo porque sus personajes son panameños: así será más fácil para el espectador identificarse con ellos. En la piel de Roberto Durán está el venezolano Édgar Ramírez, conocido por protagonizar Carlos (2010); también participa en La Chica del Tren, que se estrenará en Argentina el 17 de noviembre. Lo acompaña Robert DeNiro, convertido en el entrenador Ray Arcel gracias al excelente trabajo del equipo de maquillaje. La actriz cubana Ana de Armas interpreta a Felicidad, la mujer de Durán. Este año se la vio en la comedia War Dogs. El cantante panameño Rubén Blades no sólo actúa sino que muchas de sus canciones son parte de la banda sonora. En el papel de Sugar Ray Leonard está Usher Raymond IV, el famoso cantante norteamericano. El boxeo, al ser un deporte individual, genera en el público cosas distintas a las que inspira uno por equipos. El sacrificio, la humillación, el sudor y la tenacidad son propios. Prueban que cualquiera es capaz de ejercer esa dedicación que lleva a algunos a la cima, o que se puede encontrar en ella la verdadera pasión. Mediante el montaje se exacerbó el entusiasmo del público, tanto presente en las peleas como mirándolo a través de la TV, y combinado con la velocidad de las peleas genera vertiginosas secuencias, perfectas para el escenario del boxeo. El deporte y la pasión van de la mano, pero con las herramientas del cine puede llevarse este sentimiento incluso hasta los que no son fans.
Todo lo esperable del terror de baja calidad. Tenía potencial, pero no logró aprovecharlo. Siempre es difícil concluir una historia, sobre todo si es de terror. Cuando explica demasiado, pierde el misterio y deja de dar miedo. Cuando explica muy poco, nadie queda convencido y hasta puede parecer poco pensado, zonzo o estúpido. A veces los actores son geniales, la premisa es espectacular y tienen presupuesto como para tirar por la ventana, pero esa espina que es el final de la trama puede, si está mal hecho, dejar a la obra en el horrible limbo de películas de horror que nadie recuerda. En Havenhurst esta conclusión está cantada desde el principio, pero eso no hace menos incómodo al momento de revelarla. Es difícil decir si este método es más o menos efectivo en la confección de un guión convincente. Jackie (Julie Benz) hace un gran esfuerzo para mantenerse sobria. Muchos años atrás, a causa de su adicción, su hija falleció en un accidente automovilístico. Su amiga Danielle, que estaba en una situación parecida, desapareció bajo circunstancias misteriosas. Para investigar, Jackie decidió mudarse al edificio en el que su amiga vivía y conseguir la ayuda de un detective (Josh Stamberg). La dueña, Eleanor (Fionnula Flanagan), está feliz de recibir a gente en recuperación, pero tiene estrictas reglas en cuanto a la reincidencia: mientras los inquilinos no vuelvan a caer en sus vicios, tendrán un lugar. Sarah (Belle Shouse), una joven vecina, le hará entender a Jackie que cuando alguien es desalojado conoce un destino peor que el de tener que buscar departamento nuevo. Havenhurst cuenta con pocos nombres reconocibles. Podría decirse que sólo uno de los productores ejecutivos hizo algo exitoso: Mark Burg es conocido por su trabajo en casi toda la franquicia de El Juego del Miedo (Saw, 2004) y la sitcom Two and a Half Men (2003). La dirección estuvo a cargo de Andrew C. Erin (From Darkness, 2011), que también creó el guión, junto a Daniel Farrands. El desempeño de los actores está cerca de ser horrendo. La protagonista es Julie Benz, conocida por su papel en la serie Defiance (2011). La siniestra dueña del edificio es Fionnula Flanagan, que casi repite su papel de señora misteriosa en la película de terror The Others (2001). La más joven del elenco es Belle Shouse, que tiene una carrera corta pero prometedora. Las acompaña Josh Stamberg, conocido por ser Jay Parker en la serie cómica Drop Dead Diva (2009). El uso de los recursos del terror (gore, sobresaltos, violencia, etc) es poco inteligente y siempre anunciado: así reduce fuertemente su efecto y, sumado a lo pobre y predecible de la trama, se obtiene una película que entretiene un poco pero no lo suficiente. El trailer que la precede es poco menos que terrible. Cuenta absolutamente todo, sin dejar lugar a la imaginación o a la propia película. No es extraño que haya surgido de un producto tan descuidado y flojo.