LAS CHICAS SUPER-CAZADORAS
Impensadamente, la nueva versión de Cazafantasmas se convirtió en la película más comentada del año, más a su pesar que a su favor. Es que desde que se conoció este proyecto, que recuperaba una de las franquicias más apreciadas por el público nostálgico de los 80’s, la expectativa comenzó a decaer cuando se fue confirmando el elenco: un grupo de actrices se harían cargo de los roles que Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis y Ernie Hudson habían encarnado hace más de tres décadas. “¡Herejía!”, gritó la popular. Y uno, que carece de un sondeo como para comprobar el verdadero motivo del enojo, que incluyó críticas lapidarias desparramadas por Internet (¡cuando la película ni siquiera se había estrenado!), tiene que pensar que todo está relacionado con el cariño hacia el original y hacia el sentido de pertenencia a lo que se considera un “intocable”. Pero uno es medio malicioso, y entiende que detrás de todo esto en verdad lo que hay es una postura machista, tan ridícula como repudiable. Aunque en todo caso, Cazafantasmas es en algún sentido la puntada final en la escalada solapadamente feminista que viene realizando el director Paul Feig de un tiempo a esta parte. La reacción, por lo tanto, es la esperable.
Es que hace un tiempo que don Feig viene poniendo a la mujer en roles que habitualmente estaban ocupados por hombres en el cine de Hollywood. Si Damas en guerra fue una suerte de relectura de la comedia escatológica masculina y Chicas armadas y peligrosas un policial y una buddy movie, Spy, una espía despistada puso a Melissa McCarthy en el rol de una agente del servicio secreto que se iba ganando su espacio a puro profesionalismo. Claro que todo esto no es más que una lectura superficial, porque esas películas iban mucho más allá del intercambio de “figuritas” y roles y luchas de género: eran películas que miraban profundamente temas como la amistad, la independencia, el profesionalismo, la familia, la sexualidad. Y todo, pero todo, tamizado por esa notable capacidad del director para construir secuencias de humor desbordadas de creatividad, inteligencia y explosión, pero también de un vínculo con sus estrellas que produce sociedades alegres y energéticas. A las habituales McCarthy y Kristen Wiig, Feig suma aquí a Leslie Jones y Kate McKinnon.
Pero Cazafantasmas es tal vez un paso más allá y una propuesta de un nivel de osadía mayor dentro de esta ecuación. Porque no es sólo que pone mujeres a jugar roles habitualmente masculinos, sino porque se anima a releer un film considerado como “clásico” por muchos y homenajearlo tomando distancia (utiliza sus símbolos con una desfachatez increíble), y porque apuesta a generar un blockbuster femenino lejos de la comedia romántica y más cerca del film de aventuras fantásticas. Y esto, créase o no, Siglo XXI, es impensado.
Lo curioso es que en su ensamblaje y en la forma en que se establece el cast, esta Cazafantasmas tiene enormes similitudes con aquella de 1984. Porque la original, que fue un éxito un tanto impensado -hay que decirlo-, era el traslado a una película con aires taquilleros de un grupo de comediantes provenientes de la televisión que podían o no funcionar en un film cómico, sí, pero más pensado en función de las fantasías terroríficas y adolescentes de aquella época. Y está claro que Feig no sólo pensó en las actrices que le son más cercanas, sino también en un grupo que es, desde lo femenino, estructuralmente similar: el Saturday Night Live (SNL) en plan mainstream cinematográfico universal. La diferencia mayor de esta nueva versión tiene que ver con una cuestión temporal: en plena tecnocracia cinematográfica, los efectos especiales tenían que ser el centro en 1984 para explicitar la capacidad de Hollywood por generar unas imágenes imposibles, aún en lo rudimentarias. Cazafantasmas circa 2016 sabe que no tiene mucho que hacer en ese terreno, que el recurso del CGI está sobreexplotado, y apuesta definitivamente por la comedia y por la capacidad cómica de un cuarteto que funciona perfectamente (si bien aquí estamos en el terreno de una comedia que relee a otra comedia, la operación de aligeramiento es parecida a la que hizo Todd Philips con Starsky & Hutch). Y pone en evidencia algo que la nueva Vacaciones -estrenada el año pasado- invocó con singular gracia: los cambios sociales y culturales que permiten, dentro de una comedia familiar como esta, un chiste como el de McKinnon: “se me ocurren al menos siete cosas para hacer con un muerto en este momento”. El público se ha movido hacia determinados lugares, Cazafantasmas es la prueba exacta de esa actualización.
Que las estrellas del SNL de antes hayan sido preferentemente varones y actualmente sean mujeres (algunas que han pasado y otras que permanecen: de Wiig a McKinnon, de Tina Fey a Amy Poehler) es una comprobación que la reactualización de los géneros se da de manera solapada, más allá de militancias y discursos de trinchera, necesarios y fundamentales. Porque efectivamente lo que hace Feig no es discursear sobre los espacios que ganan las mujeres (en todo caso ya lo hizo más explícitamente en Chicas armadas y peligrosas), sino ocupar esos espacios ganados en buena ley (y es una tontería que tengamos que estar hablando de espacios ganados, como si tuvieran que ganarse esos espacios) sin pensarlo o reflexionarlo. Cazafantasmas es una película femenina, pero eso se da por pura lógica. Y en todo caso lo que termina importando no es tan sólo eso, sino que se trata de una película graciosísima, feliz, llena de grandes ideas y repleta de momentos para atesorar, que continúa una tradición, la respeta y la actualiza. Y de eso se trata, básicamente, el cine.