Una nueva versión sin agallas que elige el camino fácil.
Hay adaptaciones que modifican significativamente a su original y sacan como resultado una película notable, como Los Ángeles al Desnudo. Por otro lado, hay adaptaciones que siguen al pie de la letra su original y son grandes películas, como El Padrino o Sin Lugar para los Débiles.
Cuestión de agallas
No importa el camino que se elija, un guionista y/o director tienen una sola responsabilidad: respetar el tono al que esa novela evoca. Puede no adaptar los cientos o miles de páginas de la novela original, puede omitir o amalgamar personajes, puede estar limitado por la censura (con las cosas como están en el Hollywood actual, más mercantilista que moralista, me permito usar este término), pero el espíritu, el tono y el tema de la película debe quedar intacto.
Con Stephen King este camino se vuelve difícil, en particular hoy. King no tiene ningún prurito a la hora de mostrar los más oscuros recovecos del accionar humano, en particular con sus historias de terror. King es uno de esos escritores que al sumergirte en su narrativa, hay situaciones que te van a hacer decir “No, no va a ser capaz de hacer algo tan turbio”, y él lo hace. Hablo de las peores humillaciones y atrocidades, tanto físicas como morales, que hacen (y les hacen a) hombres, mujeres y niños.
King no tiene medias tintas y quien lo adapte tampoco debería de tenerlas. En definitiva, para adaptar a King hacen falta agallas, que es lo que tristemente esta nueva versión de Cementerio de Animales no tiene. Esas agallas de mostrar un accidente de carretera como lo que realmente puede ser, con las consecuencias tanto físicas como psicológicas, tanto de la víctima como de la familia que deja atrás. Eso en esta película no está, y si está es solo superficialmente.
Como si la falta de agallas no fuera suficiente, esta remake debe arrastrar con las consecuencias de su caprichosa decisión de hacer víctima del accidente a la hija mayor en vez de al hijo menor. Una consecuencia que tiene su clara materialización en los trillados diálogos sobreexplicativos que la película pone en boca de los personajes.
Sin embargo, lo más imperdonable, es la negligencia para con su tema. Empieza con un debate interesante sobre la muerte, el más allá y sus implicancias religiosas. Pero las ganas por generar sobresaltos son más fuertes (ni hablar si se les presenta una oportunidad de hacerlo sin una gota de sangre). Esta negligencia hacia tono y tema se disipa tanto con el pasar del metraje, que para cuando llegan escenas de una turbiedad tan grande como que el protagonista ahorque a su propia hija, al espectador le pasan indiferentes.