Este filme recupera la historia del mítico lugar de la contracultura y del rock nacional desde los años ‘80 hasta su cierre a partir de historias y anécdotas contadas por un gran grupo de entrevistados, incluyendo al Indio Solari, Ricardo Mollo, Mario Pergolini y muchos más.
Sencillo y un tanto convencional, el documental sobre Cemento es una suma de testimonios y material de archivo de la época que retrata, cronológicamente, la historia del lugar creado en 1985 por Omar Chabán y Katja Alemann. El filme cuenta, sí, con un gran pelotón de entrevistados entre los que están el Indio Solari, Ricardo Mollo, Ricardo Iorio, Mario Pergolini, la propia Alemann y líderes, integrantes o managers de decenas de bandas que pasaron por el boliche de la calle Estados Unidos en algún momento de sus vidas y sus carreras.
A partir de esos testimonios y los videos grabados en calidad VHS del lugar y las bandas que pasaron por allí en los ’80 y ’90 la historia avanza, desde los tiempos en que Cemento era un reducto nocturno arty y moderno para pasar a ser el lugar donde bandas como Los Redondos o Sumo lograban acceder a un público mayor al que tenían en ese momento y luego, cómo banda tras banda (Massacre, Attaque 77, 2 Minutos, Horcas, Hermética, La Vela Puerca, La Bersuit, Miranda, etc, etc) fue pasando por su arquitectura básica y cavernosa, sus baños inundados y sus puertas rodeadas de policías y recordando sus experiencias. El anecdotario es profuso y todos tienen (tenemos, bah) algunas historias para contar del lugar. Y el filme logra organizar bien el anecdotario y los ejes temáticos con la cronología del lugar, que fue volviéndose reducto del punk, del hardcore, del metal, del rock barrial y, desde siempre, de expresiones artísticas no musicales.
CEMENTO es también una suerte de homenaje a Chabán, el artista vuelto empresario que nunca dejó de considerarse como artista y apoyar a todo tipo de bandas, a las que –aseguran– jamás les falló en un contrato o compromiso, e invitaba a volver aún cuando convocaban a poca gente. El triste final de la historia (el combo Cromañón, clausura y posterior transformación del lugar en un estacionamiento) permite al filme un espacio para la reflexión, si se quiere, nostálgica de una época fundamental de la contracultura porteña. El documental no será tan creativo como podría serlo uno que homenajea a un lugar o a un hombre que se caracterizaba por su dedicación a la vanguardia artística, pero en su correcta y funcional estructura sirve para que los estuvimos allí y los que nunca llegaron, por cuestiones generacionales, a traspasar sus puertas, podamos recordar o sentir lo que fueron esas inolvidables experiencias.