Después de su estreno en el Bafici, llega a salas este documental que recupera la historia de Cemento, el espacio cultural fundado por Omar Chabán y Katja Aleman que marcó la movida underground de la democracia. Es una película sustancial, en la que todo suma y nada sobra para armar el mosaico de lo que fue Cemento, tema de interés emocional de todos los que pasamos alguna vez por ahí. Con buen ritmo y muy valioso material de archivo, Carcavallo reconstruye la epopeya de Cemento a través de voces autorizadas: desde Katjia y Yamil Chabán a Bobby Flores, Mollo, Iorio, Geniol o Pergolini. El documental arranca con imágenes de la construcción de ese lugar enorme y despojado, "un espacio desprovisto de todo: la gente lo hacía", como comenta alguien, "el estadio que todos esperábamos", según Mollo.
Aunque en principio era un lugar absolutamente pionero de experimentación artística, abierto a la performance, el teatro y las muestras plásticas, en el que actores desnudos -Katja, Chabán- cantaban el himno nacional y la Organización Negra regalaba adrenalina, la necesidad de mantenerlo a flote llevó a sus fundadores a convertirlo en sala de música en vivo, el templo del rock. Impresiona ver el material rescatado de los vivos de Sumo, de los Redondos y tantas otras bandas que crecieron, se fundaron, nacieron para un público en Cemento. "A Omar no le gustaba mucho el rock, a mí tampoco -dice Aleman-. Las bandas llegaron porque había que bancar el lugar. Mirá lo que son las cosas".
No hace ni falta mencionar el final de ese germinador de contracultura que fue Chabán. Ni falta le hace a la película ninguna pretensión cinematográfica o de innovación formal: Cemento es un documento valioso, un contundente rescate de una página esencial de la cultura argentina posdemocrática, para las viejas y las nuevas generaciones. Porque como dice Wallas, "el rock argentino no sería lo mismo sin Cemento, en ninguno de sus estilos".