El discreto encanto de la burguesía
Esta nueva película de la guionista y directora de Besos para todos, Jet Lag y Lo mejor de nuestras vidas -que fue vista por casi dos millones de espectadores en los cines franceses- aborda uno de los tópicos predilectos de la comedia francesa: las reuniones sociales. En este caso, una cena entre una decena de personajes que no tienen demasiadas ganas de concurrir, pero que terminan haciéndolo.
Un verdadero seleccionado del cine francés -algunos de ellos, en registros y tonos poco habituales en sus carreras- participó en el film: los anfitriones son una abogada y amante del flamenco (Karin Viard) y su marido (Dany Boon), a los que se irán sumando -con o sin invitación- su padre (Pierre Arditi), su hermana menor Juliette (Marina Hands) con un amigo (Patrick Chesnais) su instructora de danza (Blanca Li), una ginecóloga (Marina Foïs) y su esposo (Patrick Bruel) y un abogado (Christopher Thompson) con su neurótica mujer (Emmanuelle Seigner).
La coralidad del relato impide la profundidad psicológica y la empatía con ciertos personajes, pero le otorga al film una bienvenida ligereza que apunta más al retrato generacional de los franceses de cuarenta y pico, con su cinismo y su hipocresía a cuestas, con sus contradicciones (burguesas), con sus miedos (a la enfermedad, a la muerte) y con sus sueños (de nuevos amores, por ejemplo).