La única forma de volver a contar hoy una de las historias infantiles más antiguas, es dándole un nuevo giro. Eso es lo que pretende hacer Cenicienta y el Príncipe Oculto, manteniendo la base clásica pero reformando todo el resto a algo más coherente con las generaciones actuales.
Esta nueva Cenicienta también vive oprimida por su madrastra y hermanastras, pero ahora cuenta con tres ratones de aliados que hacen más llevadera su vida; cuando le llega la noticia de que el príncipe dará un baile en el palacio, manifiesta nulo interés por acudir. Finalmente sus amigos la convencen de ir, no para conquistar un esposo acaudalado que la rescate sino para conseguir comida gratis que compartir con ellos. El vestido sigue siendo un problema y el hada madrina la solución, pero deberá conformarse con una aprendiz que después de llevarla a la fiesta convertida en princesa se une a la búsqueda de comida junto con los ratones, descubriendo casi por accidente a los verdaderos villanos de esta historia.
No tan moderna
Desde la premisa, la propuesta deCenicienta y el Príncipe Oculto resulta bastante interesante y trae la clásica princesa a valores más contemporáneos compatibles con los tiempos que corren. La joven protagonista ya no es una doncella en peligro que solo puede verse bonita y esperar a que llegue el príncipe a rescatarla; por el contrario, se ríe de la noción de enamorarse de alguien solo porque porta un título o es apuesto y no teme enfrentar ella misma a los peligros para ayudar a la gente que realmente quiere. Los personajes son bastante genéricos pero funcionan medianamente bien dentro de la estructura propuesta, armando una buena dupla entre la protagonista y la maga que la acompaña para avanzar la trama, dejando la mayoría de los chistes al trío de ratones.
Pero esa buena idea se desdibuja durante la ejecución con una narración que presenta importantes baches de ritmo, con diálogos sosos y resoluciones muy previsibles que no se justifican ni siquiera por la corta edad del público al que está apuntada, una generación ya de por sí bastante estimulada y consumidora de productos audiovisuales como para conformarse con algo que no los atrape de inmediato.
Agregando personajes genéricos y con pocos momentos donde realmente se lucen, visualmente tampoco resulta atractiva porque presenta una animación que se siente chata y apenas digna de un programa de televisión, incomparable con la mayoría de las películas similares. Esto contribuye a que mientras por un lado mantiene un relato bastante progresista, al mismo tiempo deja una sensación de ser antigua, fuera de su época.