La Cenicienta que aquí vemos no limpia demasiado, ni canta maravillosamente como un pajarito, ni pierde el zapatito perseguida por el apuesto príncipe. Pero, acorde a los tiempos que corren, ella se pone al mando, toma decisiones arriesgadas y protege y da ánimos a su galán, auxiliada por dos ratones torpes y una gordita, aprendiz de hada madrina. Surgen aquí tres problemas. Primero, el susodicho galán ha sido transformado en un ratón melancólico, el emo de los ratones, blando, apocado y sin gracia, y cuando recupera la forma humana sigue blandito, hasta que al fin, en el anteúltimo capítulo, se despabila y pelea por su amada y por su reino. Segundo problema, bastante grave: el dibujo parece hecho por alumnos de primer año de computación, salvado apenas por un hermoso programa de luces de colores, una persecución y un par de peleas. Y tercer problema, el peor: parece que esto tendrá una continuación.
Responsables, Lynne Southerland ("Mulan 2"), la productora Gold Valley films ("Nuevas aventuras de Blancanieves"), el libretista Francis Glebas y alumnas, y una empresa mexicana de doblaje, con Ximena de Anda en la voz de Cenicienta.