En su segundo largometraje como realizador (el primero fue la comedia negra titulada “Murder Party“) Jeremy Saulnier se animó a tomarse las cosas un poco más en serio y optó por construir un angustiante drama con acertados pincelazos de suspenso y logradas escenas de acción.
“Blue Ruin” presenta una premisa bastante simple: Dwight es un linyera que pasa sus días revolviendo tachos de basura en búsqueda de comida, leyendo libros dentro de su destartalado auto azul y entrando (de vez en cuando) a casas ajenas en búsqueda de una buena ducha y algo de ropa.
Sin embargo esa triste rutina, con la cual nuestro personaje consigue generar empatía con el espectador, se ve interrumpida cuando un policía lo detiene solo para comunicarle personalmente que el asesino de sus padres ha sido liberado luego de cumplir su condena en la cárcel.
A partir de ahí empieza a desmantelarse la verdadera cara de esta historia que, sin demasiada originalidad (cualquier semejanza con “El vengador anónimo”, o la reciente “Sentencia de muerte” no es pura coincidencia), logra mantener despierto el interés gracias a una serie de aciertos argumentales, técnicos y actorales.
Macon Blair con su actuación consigue por momentos emocionarnos, ya que supera con creces el cliché del personaje impulsado solamente por el deseo de venganza y convierte a Dwight en un verdadero zombie (apenas se molesta en hablar), un ser sin alma cuya vida parece no tener otro sentido que aquel que él mismo se impuso pese a que sus ojos parecen estar arrepentidos de semejante decisión.
De hecho, Dwight está lejos de ser el justiciero perfecto: apenas tiene resto físico para superar los obstáculos que se le cruzan en el camino y ni siquiera sabe manejar armas (atención con la leve crítica incluida hacia el uso de las mismas) que garanticen su propia seguridad y la del resto de personas que involucrará en este “circulo mortal”.
Quizás ese camino elegido por Saulnier (también firma el guión) a la hora de construir al personaje principal sea el gran gancho que nos mantiene en vilo hasta el final, aun sabiendo que el panorama que se nos avecina no traerá demasiadas sorpresas ya que estamos, desde el minuto cero, completamente inmersos en un drama violento con personajes salvajes dispuestos a todo con tal de hacer valer su verdad.
Como si no fuera suficiente, Saulnier también es el responsable de la correctísima fotografía de “Blue Ruin” que, jugando en parte con su titulo, se sostiene gracias a una paleta con variedad de colores oscuros en los cuales el film descansa (de gran forma) muchísimas veces debido a su falta de diálogos.
La música de los hermanos Blair (colaboradores habituales del director) también aporta lo suyo a la hora de construir un relato que arranca y cierra de forma contundente, pero ocupa la mayor parte de su tiempo en construir una historia donde la violencia es la gran protagonista.
Un drama que se esmera por dejar un sabor crudo y amargo, pero no por ese motivo se hace menos disfrutable dentro de una sala de cine.