Efectivo y oscuro mapa del corazón humano
La liberación del asesino de sus padres provoca en Dwight (Macon Blair) el deseo de venganza inmediata, pues presa del dolor por la masacre se había abandonado a una vida de vagabundo. La noticia funciona como el accionar de un gatillo en esos primeros cinco minutos de planos medios y planos detalle con buen poder de síntesis.
“Cenizas del pasado” cuenta con un guión trabajado (uno imagina varias reescrituras) en función de un solo personaje, que a lo largo de su periplo sufre varias transformaciones acorde va obteniendo información (ya sea para constatar o rectificar lo que sabe, tanto él como el espectador). De pordiosero a hombre de acción concreta, de cazado a cazador, de tristeza a ira, de débil a fuerte, y así.
Todos estos estados emocionales son aprovechados al máximo por partida doble: en el caso del responsable de la obra, Jeremy Saulnier, para darle a su historia un par de giros narrativos y de contexto, en lugar de quedarse con una trama de venganza, el oriundo del estado de Virginia pone una gran lupa en el aspecto psicológico del personaje, que además le da espacio para tirar un par de líneas sobre la famosa enmienda constitucional cuna del aval de portación de armas de fuego. Hay tres o cuatro escenas tan bien logradas en cuanto la generación de atmósferas de tensión (la del baño al principio, la de jugar a curarse como Rambo, la incursión en casa ajena con cámara en mano) que bien pueden instalarse como mojones de alto nerviosismo, combinados a veces con humor corrosivo, de ese que tan bien manejan los hermanos Cohen.
Cabe mencionar que el director, vivo como el hambre, se las ingenia con todos estos elementos para esquivar el bulto a la credibilidad. Ocurre a los 31 minutos de película, luego de un diálogo entre el Dwight y su hermana (otra escena gris y angustiante). En ese momento se dan los indicios necesarios para entender que si se le da importancia sólo a lo que puede resultar inverosímil o poco creíble, ya pasó a un segundo plano. De nuevo, todo es gracias a una mirada posada más profundamente en el comportamiento humano (bestial, primitivo, impulsivo, animal) que en la acción propiamente dicha. Es más, cualquiera podría suponer un guiño actual a varias tragedias griegas, y no estaría lejos de una buena analogía.
Hablábamos de un doble aprovechamiento. En el caso de Macon Blair, el actor protagónico, se puede ver un gran trabajo. Estupendo en la composición de un personaje altamente generoso para el lucimiento de quien sepa habitarlo. Al contar con un realizador de notable capacidad para generarle a Dwight una atmósfera opresiva y sin escapatoria, la interpretación podría transitar caminos sinuosos, pero no es este el caso. Cuando a Dwight le duele alguna parte del cuerpo se ve, cuando está angustiado se ve, y así con el miedo, la resignación, etc.
Desde la dirección de fotografía y la música se remite a aquellos climas que bien supo pergeñar Alan Rudolph en los noventa. Lo bien que le hacen a “Cenizas del pasado” estos dos rubros que, junto con todo lo mencionado anteriormente, nos entregan una pequeña joyita. Un pequeño y efectivo mapa del (oscuro) corazón humano.