A veces es personal
“Dentro de cada hombre hay una lucha entre el bien y el mal que no se resuelve”. La frase se la escuchamos decir a Homero Simpson, y es aplicable también a un grupo de hombres y mujeres pequeños e intrascendentes que se definen a sí mismos como Críticos de cine (la C mayúscula en críticos, lo “de cine” es circunstancial). La lucha en el corazón del crítico es un poco más mezquina y menos filosófica. ¿Soy yo el que está mal y se lo adjudico a este pobre film independiente, o es la película la que está mal junto con todo el maldito sistema? ¿Qué pasa cuando hay un cierto consenso positivo generalizado acerca de lo que vale un film y a nosotros no nos movió ni un pelo? ¿No nos gusta el fútbol, o somos como Gago y no nos importa en lo más mínimo? Preguntas que invaden la paz del crítico conseguida a fuerza de maratones de Volver al futuro y queso cheddar.
En mi caso, una historia de venganza como la de Cenizas del pasado me obliga a replantear algunos criterios. La venganza es uno de esos temas casi infalibles: contiene furia, dolor y odio pero canalizados hacia alguien que lo merece, al menos desde nuestro punto de vista en empatía con el del protagonista. Pensemos, sin ir más lejos, en Bastardos sin gloria: sólo podemos disfrutar de esos nazis despellejados con toda justicia. Bueno, en Cenizas del pasado es un poco más ambiguo, aunque el protagonista, el mendigo Dwight (Macon Blair), no duda y se prepara casi desde el inicio del film para descargar su furia contenida contra la persona que evidentemente destruyó a su familia. Aquí encuentro el principal argumento en contra de la película: me parece imposible lograr empatía con Dwight, principalmente por su expresión de androide, su frialdad constante, y esa distancia que parece separarlo del mundo de los vivos. Sencillamente no me importa nada de lo que le suceda. Esto, sin embargo, es poco y superficial como para justificar el 6 que le quiero poner pero es difícil encontrarle defectos graves.
Jeremy Saulnier, que dirige, escribe y fotografía, hace todo dignamente. La historia es lógica y sin lagunas, está contada con buen pulso y ritmo, no se apura ni se demora y contiene planos de indudable belleza. Además cuenta con un elenco efectivo, en el que cuesta destacar negativamente a ninguno de los actores. Y por último, los colegas: todos la valoraron positivamente y con calificaciones muy altas, y uno tiene vocación de enfrentarse a todos, pero difícil decirle a alguien que esta película no es un 7 y hasta un 8 un día de felicidad desbordante, aunque un 9 ya es decir pavadas.
Pero homenajeando a un cantautor español que gusta de cancelar recitales en Mar del Plata para tocar al día siguiente gratis en Tigre, digamos que entre Cenizas del pasado y yo hay algo personal, y cuando alguien o algo no nos interesa es imposible que nos interese una historia que incluya a ese alguien o algo como protagonista.