Centro

Crítica de Carolina Soria - Fancinema

Sinfonía de una calle

Exhibida en la duodécima edición del BAFICI (2010), la ópera prima de Sebastián Martínez, Centro, nos presenta un fascinante despliegue visual y sonoro de los lugares y personajes circunscriptos, en su mayoría, a la intersección de las peatonales Florida y Lavalle.

En un primer momento podemos pensar el documental como una sinfonía de ciudad, a la manera de las clásicas À propos de Nice (1930, Jean Vigo) y Berlín, sinfonía de una ciudad (1927, Walter Ruttmann), que recorre el centro y sus rincones -principalmente a través de planos cortos- brindando un abanico iconográfico típico del barrio.

Desde el amanecer, cuando el silencio de la ciudad todavía permite escuchar los sonidos del puerto, hasta que empieza a avanzar la mañana con bocinas y el murmullo creciente de la calle, recorremos espacios vacíos que esperan ser ocupados: oficinas, una sastrería, una pileta de natación. Sin llegar a la individualización ni al seguimiento, los personajes no son otros que oficinistas, vendedores ambulantes, buscavidas, artistas callejeros y mendigos. Retratado prácticamente como un lugar separado del resto de la ciudad, el centro alberga todo tipo de actividades en todas las franjas horarias. El trabajo de oficina, deportes como la natación y el alpinismo, iglesias evangelistas, clases de baile y lugares de esparcimiento como tanguerías y cines dejan lugar en la noche, a las clases marginadas.

A medida que avanza el film un tono nostálgico comienza a surgir. Para esto son cruciales los pocos diálogos que se pueden discriminar: una conversación en una peluquería sobre los famosos que alguna vez pasaron por allí y una charla de café en la que se enumeran los cines desaparecidos. A partir de imágenes de periódicos de la inauguración de la calle Florida en julio de 1971, que muestran la peatonal con macetones y flores, y los transeúntes elegantemente vestidos, la única entrevistada del film compara melancólicamente el antes y el después de la calle. Tras oír una publicidad de la tienda departamental Harrods, la cámara registra poéticamente el paso del tiempo, recorriendo el otrora centro comercial vacío y sus objetos abandonados, entre los que se halla un carrusel accionado exclusivamente para nuestra visión.

Sin recurrir a una instancia narradora externa ni a música extradiegética, el director le otorga la voz a la gente mayor. De esta forma, las imágenes adquieren un tenor más emotivo que descriptivo y Centro termina siendo un homenaje a lo que fue y ya no es.