El típico desequilibrado de película
Las vueltas de tuerca de Cercana obsesión pueden retrotraer al espectador varias décadas atrás, cuando el así llamado “thriller erótico” convocaba una buena cantidad de espectadores. Más cerca de los polvos culpógenos de Atracción fatal que de los laberintos coitales de la inimitable Bajos instintos, el último largometraje de Rob Cohen (Rápido y furioso, Triple X) es una versión degradada de los mejores ejemplares del género, sólo defendible desde el torreón del consumo irónico. Pero si algo no posee el film es ironía. La cantante y actriz Jennifer Lopez –protagonista excluyente además de productora– encarna en alma y sobre todo en cuerpo ese concepto al mismo tiempo vago y contundente que los angloparlantes definen coloquialmente como MILF (sigla de origen incierto que la industria del porno transformó en un nicho de consumo), haciendo gala de curvas y recovecos como sólo el mainstream sabe hacerlo: limitadamente, con “buen gusto”, a base de mucho fundido encadenado, casi como si estuviera cometiendo una falta.A Claire Peterson, profesora de literatura de nivel secundario, madre de un hijo adolescente, recientemente separada de su marido, se le cruza en el camino un nuevo vecino, el “chico de al lado” del título original, un mozalbete musculoso y pintón que parece dueño de un carácter educado, ingenioso, centrado y solidario (Ryan Guzman). Mirada va, mirada viene, la buena de Claire termina abriéndose por completo a los cada vez menos sutiles avances del vecinito. Culpa porque es bastante más joven, culpa porque ella es docente y él aún no terminó la secundaria a pesar de ser mayor de edad, culpa porque los papeles del divorcio todavía no están firmados, lo que podía imaginarse como una mirada sobre el deseo femenino bajo el disfraz de una película de suspenso se define velozmente como otra narración donde el desliz lúbrico de una mujer se paga con creces. Obvio: el pebete es un psicópata de órdago, un típico desequilibrado de película.Hasta el enfrentamiento final que hace las veces de desenlace y vuelta a un punto de equilibrio en las instituciones filial y matrimonial, las escenas de Cercana obsesión se suceden de manera previsible y poca o nula gracia, abusando de los lugares comunes de manera sistemática, pegoteando las escenas como si hubiera un cierto apuro por terminar lo antes posible con el trámite. Apenas un par de planos cerca del remate, jugados por su cualidad sanguinolenta, rompen un poco la monotonía, excepciones que confirman la regla general de una película que parece no creer en sí misma. Y que no siente vergüenza en poner en pantalla una escena que gira alrededor de una “primera edición” (sic) de La Ilíada de Homero, que el loquito le regala a la señora vecina como quien no quiere la cosa. En el barrio a eso lo llaman humor involuntario.