Trataba de recordar cuál fue el último trabajo de Jennifer López que todavía ponía en seria consideración cuál de sus dos profesiones hacía mejor, si la de cantante pop con toda la polenta, o la de actriz de interesantes registros más allá de su belleza natural. Más allá de lo conceptual de su imagen en “La celda” (2000), es con “Selena” (1997), interpretando a aquella cantante de culto, donde la memoria trae una buena actuación.
A casi 20 años de aquella, ya no se puede llamar racha. Lo de Jennifer Lopez está bastante encaminado a un derrotero de malas elecciones casi en forma consecutiva. Claro, al lado de otras “Cercana obsesión” parece lo mejorcito de la neoyorkina, y no es mucho en realidad.
A decir verdad hasta los 30 minutos de proyección éste estreno no se define ni por la insinuación erótica al estilo Adrian Lyne, ni por el thriller de suspenso estilo “Durmiendo con el enemigo” (1991). Para cuando se define es tarde. Probablemente porque el estiramiento de los minutos le sirve al director (en realidad le juega en contra) para contar cómo el psicópata que acosa a la pobre Jennifer se muestra como tal. En este punto el trabajo actoral de Ryan Guzman consiste en acercamientos a su trabajada región abdomina, y su mirada de publicidad gráfica de perfume caro. Al menos Rob Cohen, el director de la primera “Rápidos y furiosos” (2001), no lo pone a bailar como en la saga de Step Up. Justamente aquella serie de películas de baile caliente clarifica porque éste actor no puede sostener un personaje de tanto peso durante tanto tiempo, porque todo lo que tiene se dilapida durante los dos primeros actos, para luego sólo quedale fuerza física para hacer crecer al villano hasta una secuencia final tan ridícula como bien filmada.
Las películas de tensión y suspenso llegan en cuentagotas. Se hacen poco gracias a que el maestro Alfred Hitchock puso la vara demasiado alta hace muchos años. Quedan muestras como “Cercana obsesión”. Buena factura técnica, pero no pasa de una versión pasada por agua de “Atracción fatal” (1986), con lo cual es probable que su suerte entre el público sea la misma de aquél conejo.