Esta semana también pudimos ver “Ceremonias de barro”, estrenada en el marco denominado Crónicas de la resistencia del Norte Argentino junto con “Mosconi” de Lorena Riposati. Todo esto tiene mucho sentido no solamente por la temática de ambas, sino también porque las dos producciones están manejadas prácticamente por el mismo equipo de cineastas, con lo cual el concepto básico es el mismo desde el punto de vista del tratamiento estético y técnico.
Por eso “Ceremonias de barro” también es una observación del presente a partir de la sólida base histórica conseguida con los testimonios de las personas que intervienen. Candelario Gerónimo nació hace casi ochenta años en la quebrada de Los Chañares en Tucumán. El “gancho” que utiliza el director Nicolas Di Giusto parte de lo que ya sabemos: Los indios Quilmes fueron devastados en 1666, los pocos sobrevivientes fueron traídos al sur de la hoy provincia de Buenos Aires e instalados en la zona que hoy lleva el mismo nombre. Sin embargo, Gerónimo se encarga de contarnos algo no tan conocido: muchos otros sobrevivientes huyeron cerro arriba, donde el conquistador no llegará. Antes de la Revolución de Mayo el Virreinato reconoció a los Quilmes como los verdaderos dueños del territorio con un documento llamado Cédula Real que, por supuesto, no fue legitimado durante la formación de la República.
Desde este punto en adelante, y junto a la música fabulosa de Pablo Mastrángelo y Blas Alberti, “Ceremonias de barro” nos va presentando a gente como el Cacique Chaile; Gustavo Maita, Teófilo y Gloria Yapura, Cosme Candorí y más gente de la comunidad Quilmeña, quienes a su vez son invitados por la cámara a mostrarnos todas las actividades que se realizan en la región. Eso que aprendemos (sin luego saber nada) con los manuales de la primaria ocurre hoy todos los días. De chicos nos enseñan que los indígenas vivían de la caza y de la pesca, hacían telares y vasijas de barro y rituales paganos. Por suerte esta realización muestra mucho más y llega a lo más profundo de estas actividades milenarias para hacernos entender, con docencia cinematográfica, las razones por las cuales esas tierras han sido y son propiedad de la gente que la trabaja desde hace tantos siglos.
Cada vez que un testimonio o un segmento termina, la cámara se toma el tiempo para enfocar los paisajes inermes al paso del tiempo. Como si quisiera mostrar que la subsistencia de esa tierra casi virgen también se debe al respeto que su gente tiene por ella. Fundamental la excelente fotografía de Marcelo Ragone, y el montaje de Emiliano Di Giusto quién le da la pausa justa a cada encuadre para que el espectador tenga tiempo de procesar todo sin que resulte tedioso.
Cómo dijimos sobre “Mosconi”, otro acierto técnico fue, aún con un sonido excelente, subtitular el documental para que no se pierda nada. Está claro que la solución no pasa por aquí. Las salas donde se exhiben estas obras merecen como mínimo una revisión de la acústica para que el sonido no rebote y se sature. Hoy por hoy, casi todo se filma en digital, por lo cual es necesario renovar los equipos si se pretende entregar toda la obra en su concepción.
Observaciones al margen, tanto “Mosconi” como “Ceremonias de barro” tienen en sus realizadores Lorena Riposati y Nicolas di Giusto, a dos buenos observadores con ideas claras potenciados por la mutua colaboración. Sus trabajos valen la pena.