Don Candelario Gerónimo representa uno de los tantos íconos de la comunidad indígena de Quilmes, vivió toda su vida en la Quebrada de Chañares ubicada en la provincia de Tucumán, desde allí su relato enternecedor, colmado de referencias a su infancia como citar la precariedad de tener que abandonar la educación primaria a causa de falta de vestimenta y necesidad de trabajar con tan sólo siete años de edad, detalles que marcan el comienzo de un documental certero, muy honesto y cuidado, donde se hace sentir a flor de piel la gran deuda que nuestro país y los reiterados gobiernos han contraído para con estas comunidades.
En el lapso de rememoración, Candelario, desde la terraza de su hogar invita a recrear las problemáticas han sufrido como comunidad y contemporáneamente padecen, el miedo a la eventual pérdida de identidad como una de las mayores preocupaciones, todos los jóvenes migran, pocos vuelven y aquellos que lo hacen acarrean con una visión distinta a la heredada generacionalmente. El sentido de pérdida es enorme sumado a factores físicos y climatológicos como es la falta de agua en el lugar que no permite realizar una actividad de subsistencia vital como es el trabajo con rebaños de cabras y llamas, riego y cultivo.
Dentro del despliegue del documento obtenido por el director Nicolás Di Giusto, tras un trabajo que llevó al menos siete años en ser recolectado y confeccionado, instalado junto a su hermano Emiliano Di Giusto en la comarca de Don Candelario, lugar a partir del cual entablaron la odisea de captar las vivencias diarias desde la particular preparación de un teñido textil con una madera de algarrobo hasta la fabricación del adobe como material para la construcción, dar lugar a la conmemoración de la Pachamama, el tributo hacia la tierra madre donde se implanta la ofrenda de bebida, alimento, coca y hasta humo de cigarrillo para la existencia de nubes, en agradecimiento a todo lo que la tierra nos provée; incluído el cortejo de “la señalada” donde se juntan a cabras macho y hembra, adosándoles colorido con telas y una pequeña marca o corte en sus orejas, la celebración se ejerce como comparación a un casamiento, provisto de cómicas palabras y menciones relacionadas a cuestiones matrimoniales, entre festejos y ejecución de instrumentos, una velada traspasada entre generaciones.
El documental también se detiene en varios sucesos de gran importancia para demostrar el compromiso y organización que comenzó a establecer esta comunidad como es el corte de rutas, la construcción de una cañería conectora para poder distribuir agua a lugares desabastecidos y permitir el riego y cultivo, hasta la toma del denominado Fuerte Viejo, un lugar declarado como patrimonio de estas comunidades, arraigado por gobiernos que lo privatizaron por el lapso de 10 años y retirando parte de su historia con objetos a ser exhibidos en museos, un saqueo legal. Organizados, en tierras comunitarias de su propiedad, en las que vivieron por generaciones, se plantea el punto de quiebre, la retroalimentación con la ciudad para poder ser reconocidos legamente (no permitir una privatización por 10 años mas) y la existencia de nuevas generaciones que tras la descripción a voz de una de las integrantes, enarbola simplificando una de las mayores cuestiones vinculadas a este relato, el traspaso de abuelos, padres e hijos, generacional, de las tradiciones y no permitir la pérdida.