Segura y dúctil, la película confirma el talento de Victoria Galardi
Luego del promisorio debut como codirectora de Amorosa s oledad, la joven guionista y realizadora neuquina Victoria Galardi da otro convincente paso -esta vez como única responsable detrás de cámara- con esta tragicomedia de estructura coral, ambientada en el pueblo del título pocos días antes de que arranque la temporada invernal, período clave para un centro turístico pegado a la hoy castigada Villa La Angostura.
Con una típica estructura de "pueblo chico, infierno grande" y una familia disfuncional en el centro de la escena (por momentos, el film remite a ciertos modelos impuestos por el cine independiente norteamericano), Cerro Bayo tiene como eje principal la codicia y cómo esa desesperación por el dinero afecta las relaciones humanas.
El guión de Galardi tiene múltiples aristas y connotaciones. En primera instancia, está la disputa entre dos hermanas (Adriana Barraza y Verónica Llinás) por la posible herencia de su madre, quien ha quedado en coma tras un intento de suicidio. Pero el film va todavía más allá y aborda desde la especulación inmobiliaria con inversores extranjeros ávidos de comprar tierras hasta el despertar sexual y los problemas de autoestima de una joven que se presenta a un concurso de belleza (Inés Efrón) o los deseos de abandonar la monotonía del lugar y salir a conocer el mundo de su hermano (Nahuel Pérez Biscayart).
El lector podrá sospechar que hay demasiadas subtramas y personajes (hay, además, varios otros secundarios) para los escasos 86 minutos del film, pero Galardi se las ingenia para construir un mosaico, un rompecabezas, un retrato panorámico sobre la dinámica pueblerina, siempre con la tentación y el deseo como motores del relato. La directora, además, evita los estereotipos y los clisés al exponer las contradicciones y los matices de los distintos protagonistas, capaces de combinar sinceros actos de ternura con manipulaciones y miserias varias.
Puede que algunas transiciones entre escenas resulten un poco forzadas, pero en líneas generales Galardi se muestra muy segura de los tonos, los climas y las actuaciones que necesita para cada segmento y se muestra dúctil a la hora de recurrir al plano-secuencia o a la cámara en mano en busca de mayor tensión. Además, confía en su capacidad como narradora y no necesita de música incidental para subrayar el mayor dramatismo o patetismo de cada una de las situaciones que aborda.
Pródiga en directoras con talento, sensibilidad y dueñas de subyugantes mundos propios, el cine argentino encuentra en Galardi una nueva mirada que se suma a las de Lucrecia Martel, Celina Murga, Albertina Carri, Lucía Puenzo, María Victoria Menis, Paula Hernández, Ana Katz y Anahí Berneri, entre muchas otras. Bienvenida sea.