El juego de la codicia
Esta atractiva propuesta nacional lleva el sello de Victoria Galardi, la realizadora de Amorosa Soledad, y hace foco en una familia disfuncional que debe reordenarse después de un intento de suicidio.
Ambientada en el lugar que da título al film y con la temporada de esquí a punto de alborotar las vidas de todos, la matriarca de la familia intenta terminar con su vida y entra en coma. Ese es el punto argumental que aprovecha la cineasta para hacer una operación quirúrgica del comportamiento de los miembros que integran el clan luego del incidente.
La hija, encarnada por un excelente Adriana Barraza (Arrástrame al infierno), es una cosmetóloga preocupada por el estado de su madre, vive en ese pacífico lugar junto a su esposo, un agente inmobiliario, y sus dos hijos: una chica que busca su primer orgasmo y desea salir airosa en un certamen de belleza (Inés Efrón) y un adolescente (Nahuel Pérez Biscayart) con ganas de viajar al exterior. A este parnorama se suma una amiga (Eugenia Alonso) y la hermana (Verónica Llinás, una intérprete con la máscara justa) de la protagonista que llega de Buenos Aires, con sus problemas económicos a cuestas.
Y el dinero que ganó la matriarca en el casino y un terreno que tiene se convierten en la presa de algunos familiares que muestran lo peor de cada uno en momentos críticos. Pueblo chico, infienro grande es el que expone este relato que cuenta con escasa intromisión de música incidental (lo hace al final con buenos recursos); momentos de tensión que se rompen con estallidos de humor y una atmósfera de intereses que se contraponen con la situación que atraviesan. La familia aguarda y también teje su hilo de codicia.