La realidad, la ficción, el cine y el teatro
CESAR DEBE MORIR, de los hermanos Taviani, daba para desconfiar cuando se exhibió en el Festival de Berlín 2012, ya que la última película más o menos potable de Paolo y Vittorio era de 1998. Y, a los 82 y 80 años, costaba imaginarlos renovados. Pero no sé si es algo que sucede a esa edad (como los casos de Clint Eastwood y Manoel de Oliveira, por ejemplo), o si simplemente fue la historia que cuentan la que los hizo rejuvenecer y entregar un filme fresco y bastante original, una de las más interesantes adaptaciones shakesperanas que vi en mucho tiempo.
El juego que emprenden los Taviani parece sencillo pero no lo es tanto. Los presos de una cárcel italiana tienen un taller de teatro en el que se montará JULIO CESAR y el filme -en digital y en blanco y negro durante gran parte del relato- lo que hará será avanzar paralelamente con la trama de la clásica obra y con el trabajo en la puesta en escena.
Cesare-deve-morire 2Paralelamente, la obra se irá armando y desarrollando, desde el casting al estreno, al que llegaremos junto con la culminación dramática de la pieza. Y, a la vez, dará para que la situación “ficcional” se mezcle con la “realidad” de la cárcel y de las vidas de los presos, ya que la trama de poderes y traiciones shakespereanos no está tan alejada de la cotidianeidad de los protagonistas en ese ambiente y en el mundo de la mafia.
A todo esto hay que sumarle que el filme es una ficcionalización -o al menos lo parece- de un caso de la vida real, con los presos haciendo de sí mismos (“a la iraní”, dirían algunos) y demostrando ser (algunos más que otros) muy buenos actores. Y aún cuando no lo son, el entramado del filme los habilita para el error. Una gran película que nadie esperaba.
(Adaptación de la crítica publicada durante el Festival de Berlín 2012, en el que la película se llevó el Oso de Oro)