Shakespeare entre muros carcelarios
Una admirable experiencia que abre un diálogo con las artes y su público, con la sociedad y la historia, es la que proponen los hermanos Taviani con "César debe morir". Hay una relectura desde el espacio teatral con el modo de narrar de estos directores.
Desde sus primeros films, en aquella década de los años 60 en la que los nuevos cines ubicaban frente a los ojos del espectador los mecanismos de su dramaturgia, los artificios de su puesta en escena, los hermanos Taviani han pensado siempre al espectador como un sujeto activo, abierto a interrogantes, dispuesto a subrayar, a dinamizar, a poner en discusión su conciencia crítica.
Y desde la experiencia en acto que ahora tenemos ante nuestra mirada, precedida por un prólogo que marca un significativo corrimiento temporal, el poder transformador del montaje permite que los espacios de una prisión pasen a ser salas de ensayo, para que una obra que remita a una época de decadencia y corrupción, la Roma de los Césares, sea representada por cuerpos, voces y sombras de nuestro presente, corporizadas en presidiarios que están allí por haber cometido distintos tipos de delitos, crímenes, situaciones de narcotráfico, secuestros de persona.
El texto de Shakespeare, su "Julio César", llevado al cine en aquellos años cincuenta por Joseph L. Mankiewicz e interpretado por Marlon Brando, James Mason, John Gielgud, entre otros, adquiere aquí, ahora, desde la relectura y desde esta nueva puesta en escena una resignificación que se inscribe en una poética autoral que permite abrir el concepto de lo clásico en múltiples direcciones y que se abre al juego de las prácticas estéticas en su aspecto más provocador.
A partir de haber sido invitados en más de una oportunidad a la cárcel de Rebibbia, ubicada en las afueras de Roma, en la que los convictos desde una experiencia teatral representaban pasajes del Infierno de la Commedia de Dante, los hermanos Taviani comenzaron a pensar en la escritura de un guión y en la realización de este film en el que estuviesen presentes por un lado la relectura de esta pieza de la tragedia clásico, desde el espacio teatral, y por el otro ese modo de narrar que caracteriza a gran parte de su filmografía, en la que reconocemos la herencia de la mirada documental, los lineamientos de la estética de Bertolt Brecht, el diálogo entre arte y sociedad que es ya en sí toda una declaración de principios en la poética de ambos.
De esta manera tras haber pasado por Berlin, donde obtuvo el Oso de Oro al mejor de Oro al mejor film, y de haber obtenido posteriormente los David de Donatello en los principales rubros, y de no haber sido considerado a la hora de los Oscars, podemos finalmente conocer esta tan particular e inusual expresión del cine contemporáneo, "Cesar debe morir", film que actualiza la letra de Shakespeare, su "Julio César", entre las paredes de una prisión y que cumple con el sueño tanto de este ya canónico autor como el de Dante: el de que escuchemos sus palabras en el escenario de la cultura popular.
Desde esa coherencia ideológica que caracteriza todo su cine, la filmografía de los octogenarios hermanos Taviani, cuyos primeros films datan de principios de los años 60, el film que celebramos comentar nos propone una puesta en acto de las diferentes acciones que caracterizan esta obra de Shakespeare, tales como la traición y el crimen, el ejercicio del poder y la fuerza del destino, en ese territorio custodiado, en esa zona de máxima seguridad; en ese ámbito en el cual los que allí cumplen condenan han perdido, en principio, todo sentido de libertad. Y es el mismo texto que se nombra, que se va recitando desde cada uno de los que fueron elegidos, en ese dialecto que los identifica a cada uno de ellos, el que va construyendo, a través de ese otro juego escénico, una constante reflexión sobre la condición humana.
Al considerar como punto de arranque la dirección teatral que venía realizando el dramaturgo Fabio Cavalli con los presidiarios y con la participación particular de uno de los que allí había cumplido condena años ha, Salvatore Striano, quien el film asume el rol de Bruto, el film de los hermanos Taviani planteaba ese desafío rosselliniano al proponerse de ver cómo a través de la experiencia artística se podía recuperar, en un ámbito como el carcelario, ese perdido sentimiento de libertad, desde lo que ello mismo expresaron en conferencia de prensa: " El film nacía de una necesidad. Los hombres a los que les hicimos la propuesta respondían de su pasado, lejano o reciente, de culpas o delitos, de valores ofendidos, de relaciones humanas fracturadas".
El film de los hermanos Taviani, quienes pasaron a ser reconocidos internacionalmente en 1997 cuando en el Festival de Cannes, tras una serie de tensiones, fue reconocido con la Palma de Oro, "Padre Padrone", se nos presenta en el mismo tiempo en que se va construyendo la puesta en escena, desde los preparativos, la elección de personajes, rodado en blanco y negro, hasta la misma representación de la pieza, desde una visión que desenmascara lo conflictivo y que marca los lugares de borramiento entre vida y ficción, en tanto son esas historias personales las que comienzan a cabalgar sobre la misma naturaleza de la misma pieza teatral.
Pese a su premiación en Berlin, "Cesare deve moriré" recién pudo ser estrenada en Italia cuando la distribuidora que le pertenece al actor y director Nanni Moretti, la Sacher Films, se mostró realmente interesada en el mismo. De lo contrario el itinerario del film hubiese sido otro, ya que como podemos comprobar a diario se ha fijado y sellado una dictadura de mercado. Desde el 2007 no se daba a conocer film alguno de estos directores; en esta oportunidad, en sala alternativa, pudimos admirar e nuestra ciudad "La casa de las alondras" o bien como se la estrenó en nuestra ciudad, "El destino de Nunik, una realización que nos remite, siempre en el marco del Cine Memoria que los particulariza, al genocidio armenio.
Y al ubicar los Taviani, Paolo e Vittorio, nacidos en la zona de la Toscana, herederos de la tradición del Neorrealismo y de la ética de Roberto Rossellini y de su amado film "Paisá", al cine como depositario de la memoria de la Historia, podemos evocar los momentos finales de aquel sublime film de fines de los años 80, "Good morning, Babilonia" de por sí, todo un legado.