Los sospechosos de siempre
Los hermanos Taviani, octogenarios ellos, vuelven al ruedo del arte cinematográfico rejuvenecidos ya desde la propuesta: Documentar, en términos de ficción, la experiencias teatrales llevadas a cabo en una cárcel de Roma en la cual los presos ensayan, y luego presentan, una obra teatral.
Este filme recibió el “Oso de Oro” en la 62 edición del festival de cine de Berlín, la declaración de sus autores en ocasión de recibir el premio, fue…”aunque un hombre esté condenado a cadena perpetua no dejará de ser un hombre hasta su último día”…. Algo del mismo orden que planteara Primo Levy en su texto más conocido: “Si esto es un hombre”.
El cine de los Taviani en principio siempre fue inteligente, humanista, complejo, poético sin esfuerzo. Cabe recordar producciones como “Tu Ridi” (1998), “Las Afinidades electivas” (1996), “Kaos” (1994), o su Opus, a mi entender, “Padre padrone” (1977).
En este caso, ya desde el origen de la idea hay planteado un doble juego. La elección de la obra “Julio Cesar” de William Shakespeare no es casual, pues como es de esperar en autores de esta talla, no se quedan en la mera impresión del “experimento” carcelario.
Indagan y forman paralelismo entre la vida cotidiana de los “actores” y sus representaciones, profundizando cada tema que proponen, como la amistad, la lealtad, la venganza, la culpa, la tiranía, etc.
Simbolizando con veracidad y potencia formal esa tragedia sobre dilemas morales, planteos de actos éticos, como la confabulación, la ingratitud, la traición, la avidez de poder, la venganza y la manipulación psicopatica de la opinión popular, en esa arenga incomparable de Marco Antonio ante los restos de Cesar consiguiendo modificar la opinión de ese pueblo que minutos antes parecía haber interpretado y alababa las razones del acongojado Bruto para asesinar al hombre que le funciono como un padre, pero que, desviándose por ansias de poder, intentaba ejercer el despotismo.
El montaje que eligieron para contar una historia con tantas ramificaciones está en función de poner como manifiesto su propia idea de la personalización de los sujetos, sea el momento que sea que estén viviendo, no juzgan a sus criaturas, solo las presentan
Para eso van construyendo el filme como un gran flashback, que comienza cuando termina la representación de la obra, y luego hay un retroceso de seis meses en el tiempo, tal cual reza el axioma, que la historia no empieza con el relato de la misma, ni se cierra en sí misma, siempre hay un antes y habrá un después.
El primer obstáculo, luego de presentar la propuesta a los internos de la presidio, es conseguir los interpretes con actores no profesionales, o si se quiere no actores. El segundo, es hacer viable, sobre todo seductor, el estudio del texto.
El universalismo de Shakespeare beneficia a los presos para poder identificarse con los personajes.
Es un “camino largo y sinuoso”, arduo, invadido por la incertidumbre que genera y la esperanza, imaginaria, por momentos falaz, que les provoca.
Son los mismos sentimientos que suelen tener los presos en la intimidad aislada de su celda,
¿Quién es realmente Giovanni, el hombre que interpreta a César, y quién es Salvatore, transformado en Bruto? ¿Qué han hecho para estar condenados al encarcelamiento? La película no intenta en ningún momento esconder sus crímenes.
Pero lo “novedoso”, si es que le cabe el termino, además de lo expuesto, esta en cómo es conjugado el texto con los distintos elementos que configuran el cine, la estética utilizada, el uso de color o el blanco y negro, las diferencias temporales mostradas también con el diseño de sonido, y principalmente los escenarios elegidos, los espacios utilizados como los pasillos, las celdas, las rejas, rígidos, por momentos asfixiantes, que parecen por momentos funcionar, casi como personajes, gracias a la forma de manejar la cámara, los movimientos y los planos utilizados acorde a la necesidad dramática que impone el argumento.
Un film intenso, provocador y comprometedor.