En los últimos años del cine argentino vimos varias obras cuyo elemento predominante es el hastío y el aburrimiento que tienen que transitar los intérpretes a lo largo de toda la narración, un componente muy atractivo para los nuevos directores, pero incomprensible para los espectadores. Pero, en éste caso a la realizadora le interesa mostrar la evolución personal de alguien como Clara (Elisa Carricajo), a quien hay algo que le preocupa y la angustia. No sabe si es la relación con su pareja, Alejandro (Rafael Spregelburd), o el nuevo departamento al que se mudaron y lo tiene que ordenar sola. Otra posibilidad es la rutina del trabajo. Lo único claro que tiene es la sensación de agobio permanente e infelicidad, especialmente cuando está en los lugares o con las personas que no quiere.
El desarrollo del film dirigido por Florencia Percia plantea una especie de doble vida de la protagonista, con sus vínculos y las acciones que realiza.
Por un lado, la relación con Alejandro es fría por parte de ella, porque él, que se encuentra en Italia para dar una conferencia y se comunican todos los días por teléfono o skype, demuestra constantemente su amor y entusiasmo por lo que le sucede con el trabajo y con su chica.
Por otro lado, Clara no puede permanecer mucho tiempo en su hogar ni en el trabajo, prefiere salir. Recibe constantemente invitaciones de todo tipo, y ella las acepta sin dudar. Ahí es cuando se siente libre, sacándose una pesada mochila de su espalda para poder hacer nuevas o ver otro tipo de gente que la motive o le despierte curiosidad.
La narración transmite permanentemente con esa dualidad de sensaciones que transita la protagonista: Lo conocido y rutinario le provoca desgano, pero el atractivo de lo desconocido la moviliza y energiza.
Esta realización nos permite apreciar la transformación de una mujer, a partir de pequeñas cosas que le hacen bien tanto al cuerpo como a la mente, pero no lo enfrenta con audacia sino que lo deja fluir, y si tiene que ocultar o posponer algo lo hace sin medir las consecuencias.
El relato transcurre en forma parsimoniosa, nunca se altera el ritmo. Tiene varias capas que hay que ir descubriendo para comprender y acompañar a Clara en su viaje, porque está encerrada en su propio laberinto y no se atreve a renunciar a todo y comenzar de cero.
Se siente harta de muchas cosas, pero no sabe cómo resolverlo y, mientras tanto, acepta elaborar nuevas maneras de ocupar su tiempo, como una búsqueda personal incesante hasta que pueda reordenar sus pensamientos y sentimientos.