Secuela, en cierto modo, de su anterior El impenetrable, el nuevo documental de Incalcaterra y Quattrini sigue la saga del terreno que, en medio del Chaco paraguayo, el director heredó y quiso donar a los pueblos originarios del lugar. Al final del film anterior todo parecía ir por buen camino, ya que los problemas de propiedad se solucionaban por un decreto del entonces presidente Fernando Lugo. Y se ponía en marcha la construcción de la reserva Arcadia.
Pero el final feliz no fue tal, ya que Lugo fue depuesto y el asunto se complicó. El film cuenta las kafkianas idas y vueltas del director para poder hacer con su terreno lo que quiere. En este caso, una reserva natural manejada por los verdaderos dueños de la tierra, una suerte de isla de conservación en medio de un territorio cada vez más deforestado por los latifundios y el monocultivo de soja.
Las interminables y complejas vueltas legales se le apilan al director: le ocupa la tierra otro hombre con similar título de propiedad, le cierran los caminos, aparece en escena el poder narco, el decreto es incumplido y hasta los propios pueblos originarios tienen sus reparos con el proyecto. Y hay promesas políticas y hasta intervenciones del Papa Francisco, pero nada parece avanzar.
Con fotografía de Cobi Migliora, la película trata de observar la belleza y particularidad del lugar, pero la mayor parte de su metraje (que es un tanto excesivo en sus burocráticas complicaciones) está dedicado a seguir la lucha de Incalcaterra por acceder a su propio terreno y decidir qué es lo que quiere hacer con él. Pero eso, al menos aquí en América Latina, es bastante más complicado de lo que parece.