Este es el tercer filme de Neill Blomkamp, el auteur detrás de Distrito 9 y Elysium. El tipo es un amante de la sci fi pensante y se ha especializado en alegorías que tratan el futuro desde el punto de vista social - desde la integración de las clases bajas a la sociedad hasta la discriminación racial -, razón por la cual se ha convertido en un favorito de la crítica. Ahora es el turno de Chappie, la cual viene a ser la versión tercermundista de Robocop: criminales de la villa, desbordados de droga barata y armas, combatiendo de manera diaria a una fuerza policial robustecida por un ejército de androides. Pero, en vez de seguir el perfil de Robocop - pintando un mundo facista dominado por las corporaciones, las cuales están unidas a la corrupción callejera para potenciar sus propios negocios -, se ha tirado a desarrollar una ensalada de temas, ninguno de los cuales termina de explayar como es debido. Oh, si, son temas profundos y apasionantes - inteligencia artificial, mind uploading, síndrome de Pinocho, la brutalidad de las clases bajas en un mundo futuro hipertecnologizado, etc -, pero Blomkamp les da menos de cinco minutos a cada uno, los inserta con calzador en la trama, y sigue adelante a toda costa sin fijarse si el mal desarrollo afecta la credibilidad de la historia.
Los primeros 30 minutos del filme son buenos. Es el planteo del escenario, con Johannesburgo saturado de androides policiales y un mundo criminal plagado de gente seriamente drogada y excesivamente violenta. Mientras tanto hay un técnico - el que diseñó a los androides - que ha llegado a desarrollar un sistema de inteligencia artificial realmente operativo, y el cual quiere instalar en los robots. Ante la negativa de la directiva, prefiere robarse uno de los androides destinados al reciclado, al cual le levanta el nuevo sistema operativo. La macana es que, en medio de ese proceso, es secuestrado por una pandilla de inoperantes criminales, los cuales quieren acceder al control maestro del ejército de androides para poder desactivarlos y hacer sus pillajes sin intervención de la policía. Mientras tanto está Hugh Jackman, el cual se relame con su propio proyecto de ED-209... bah, algo parecido a ED-209, y está dispuesto a sabotear el ejército de androides con tal de que le den la concesión. Y al ver las movidas clandestinas del técnico en cuestión, decide aprovechar la ocasión para serrucharle el piso de una vez por todas.
Chappie (Baratito!, que es el apodo que le dan los maleantes al destartalado androide revivido por Dev Patel) empieza a hacer agua cuando entra el robot se despierta con su nueva inteligencia artificial y la voz de Sharlto Copley. Es un androide torpe y aniñado, lo cual no estaría para nada mal... hasta que empieza a imitar el slang gangsta rap de los torpes pandilleros. Si en vez de estos idiotas Chappie hubiera sido adoptado por la banda del despiadado Clarence Boddicker (de la Robocop original), el resultado hubiera sido mucho mas brutal y efectivo. Hay momentos realmente desagradables, en donde Blomkamp parece caer en el melodramatismo propio de los filmes Disney de antaño - a final de cuentas Chappie no es mas que un moderno Pinocho, el cual ha caido en manos de perversos y aprende (de la manera mas despiadada) la existencia de hombres malvados en el mundo - y el robot es sujeto de vejámenes de todo tipo. El gran problema con el filme es que Blomkamp no sólo no termina de desarrollar la historia de Pinocho sino que sigue agregando temas y temas - la feroz competencia corporativa con Hugh Jackman; la caducidad de Chappie (que lo obliga a desarrollar su propio proyecto de mind uploading... armando un centro de cómputos con un puñado de Xbox (!) interconectadas); el cambio de actitud de los criminales, quienes pronto sienten la humanidad del robot y se transforman en su impensada familia; la generación de clones robóticos de sus seres queridos (alerta spoilers) es particularmente fascinante la idea de que un diseñador de androides termine convertido en uno (fin spoilers) -, y lo hace a una velocidad que es tan frustrante como insatisfactoria. El final, en particular, está plagado de esos Deus Ex Machina y temas profundos vomitados a las apuradas, lo cual convierte al filme en un pastiche mal mezclado. Yo creo que aquí hay temas como para tres o cuatro películas pero ninguno de ellos está elaborado como corresponde.
Chappie es un tren descarrilado plagado de temas brillantes. Si el filme no tuviera plagado de humor idiota (dado por el estilo drogón de los torpes maleantes, y siendo enfatizado por la horrenda perfomance de Ninja), la efectividad hubiera mejorado. Tampoco ayuda de que no exista ningún personaje humano escrito como la gente, o siquiera mínimamente simpático; y hasta Chappie es un denso de aquellos, hablando como Tupac o Snoop Dogg, y resultando irritante la mayor parte del tiempo. En todo caso es una obra desequilibrada a la cual le dieron un perfil equivocado, cosas que podrían corregirse en una remake dirigida por otro individuo que viera estos temas con mayor distancia y menos pasión, el cual percibiría sus problemas y le daría el balance que corresponde.
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