Una propuesta atrevida con aires de grandilocuencia es Charco, canciones del Río de la Plata (2017), un documental musical que intenta abarcar innumerables voces pero carece de un foco concreto aun cuando posee una gran imagen y una música enriquecedora.
Pablo Dacal, trovador argentino, es el conductor de este viaje hacia el corazón de la música argentina y uruguaya de los años 70 y 80s. Entrevista a grandes figuras del rock -o de géneros vernáculos- y otros estilos para que sea la música la que surja desde el dialogo y de la puesta en escena.
Desde el inicio este documental dirigido por Julián Chalde genera la idea de seguir un formato televisivo, como si se tratara del capítulo de algún programa de entrevistas sobre la ciudad. La visión es epidérmica y de entretenimiento momentáneo en lugar de ser una mirada profunda y adentrada en una investigación elaborada y concreta. El ritmo de las entrevistas es muy frenético y éstas no terminan por centrarse en una idea.
Los testimonios son en realidad conversaciones anodinas y no sirven de intriga y enganche para la curiosidad del espectador. Y resulta extraño, más cuando la mezcla de los diferentes entrevistados produce un distanciamiento innecesario con quien observa. No se sabe qué es lo que interesa ¿El origen de la composición? ¿El ritmo? ¿La inspiración? ¿La historia de determinados ritmos? ¿Un solo ritmo? ¿Un solo género? O es sólo un compilado para el lucimiento de figuras como Fito Páez que parece inmerso en un videoclip suyo, y no tiene nada interesante qué decir o Gustavo Santaolalla o Jorge Drexler que siendo tan enriquecedores terminan en entrevistas que podrían ser el bonus track de algún concierto que hayan dado por el mundo. Una pena porque éstos dos últimos tienen mucho por desgranar sobre el proceso creativo.
Tal cual un videoclip, todo pasa rápido. Incluso el montaje genera la idea de que se hizo con apuro y cae en parecerse a un video turístico de la ciudad de Buenos Aires o de Uruguay. Aparte la voz en off del conductor es poco adictiva a lo que vamos a ver. La imagen, desde luego, es bella y atractiva pero después está demasiado centrado en el entrevistador, eso se puede deducir por la puesta en escena donde la cámara, y el montaje nuevamente, está más preocupado en sus reacciones que en el testimonio que era lo importante. Además, algunas charlas exigen demasiado conocimiento y si no se sabe algún detalle, uno se queda afuera.
Mucho tiene que ver la estructura pues para contar lo que quiere decir necesitaría cinco horas. Y sólo usa hora y media. En todo caso con un tema concreto u otro diseño narrativo, con la misma belleza estética y esa energía, hubiera sido un éxito.
Al final queda un gesto agradable, que sólo quería mostrar un poco de música en vivo y fin de fiesta. Y eso está bien, pero algunos elementos quedaron a medio camino y sin ver lo potente que eran.