Curiosidad: otra protagonista de la gala de los Goya, la diva del cine español Ángela Molina (recibió el merecido premio a una trayectoria, que atraviesa buena parte de ese cine), es aquí el centro de una comedia, coproducida entre Paraguay y la Argentina y dirigida por el neuquino Simón Franco, con espíritu de road movie. A diferencia de Molina, Charlotte es una estrella de cine olvidada, que se entera por casualidad de que el director que la hizo famosa (Gerardo Romano) está por filmar su última película, su despedida del cine, en Paraguay.
Así que la dulce pero testaruda Charlotte convence a Li (Ignacio Huang, el de Un cuento chino) a subirse a una camioneta para viajar hacia allá. Hay un humor negro desde la primera escena, cuando el psicoanalista de ella (Fernán Mirás) muere repentinamente, así como un tono absurdo que combina la memorización del guión por el camino, con ayuda de una paraguaya que se unirá a ellos (Lali González, de 7 Cajas). Todo en busca de un destino que tanto el espectador como los que rodean a la soñadora Charlotte intuyen improbable.
Simpática, desenfadada, con su elenco multinacional, Charlotte puede leerse como otro merecido homenaje a la Molina, a pocos días del que la llevó a dar un discurso de agradecimiento vibrante, memorable. Fue su homenaje a la creación colectiva que implica hacer películas. Lo cerró así: “La vida se parece al cine: no se puede disfrutar sin los demás”.