Charlotte

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

El presente y nada más.

Ángela Molina, condecorada con el Goya de Honor por su trayectoria, se come, en el buen sentido del término, la película del director Simón Franco (Boca de pozo) en un rol soñado por cualquier actriz de su estirpe y más que merecido tras largas décadas y películas a cuestas en las que supo dejar su impronta, incluso en la reciente serie distópica La Valla (Netflix).

Charlotte es una comedia agridulce, que se cruza por momentos con algunos elementos del género melodramático puro y que parte desde el principio con la idea de la reinvención de una estrella del cine con un pasado de gloria, y alejada de las pantallas hace ya un tiempo. Sus aires de diva y pequeños caprichos los soporta un asistente (Ignacio Huang), quien debe acompañarla en una motorhome cuando la actriz venida a menos se entera sobre el rodaje de una película en Paraguay, que dirigirá un director muy importante y más que conocido por ella (Gerardo Romano, bajo un ridículo acento español que realmente no se entiende el porqué de la arbitraria decisión).

Es a partir de esa búsqueda personal e íntima, de ese presente que se vuelve horizonte más que mapa, cuando el film toma el rumbo de la road movie con todas las generales de la ley: personajes secundarios que se cruzan en el camino de la protagonista y su facilitador; transformaciones en ambos sentidos del camino y el plus de comparar las brechas generacionales en plan de reivindicación del pasaje del tiempo como una lección de vida más que un castigo a la belleza y a la vejez digna.

No por azar aparece la idea publicitaria de una crema rejuvenecedora en el camino de la actriz, quien rápidamente desacredita el artificio de cualquier mensaje mentiroso para elevar el valor de la verdad en el cine, y también en el largo camino que implica transitar una vida rodeada de tentaciones y oropeles instantáneos como la fama, el éxito, la adulación vaga y mentirosa cuando no la irrupción del olvido antes de tiempo.

Si bien la historia es sencilla y fluye, cabe destacar que a este opus de Simón Franco no le sobran minutos en su desarrollo. Algo que en tiempos de rodajes excesivos en la duración se agradece por partida doble.