Entender al mito a través del hombre
Tanto desde el género documental como desde la ficción nos han bombardeado innumerables veces con biografías sobre Ernesto Guevara, el Ché. No voy a dar la lista de trabajos. Desde lamentables telefilms hasta la bastante interesante interpretación de Benicio del Toro en la película de Soderbergh hemos visto al personaje, al mito, a la leyenda, cuestionada desde diversos puntos de vista.
Pero, Tristan Bauer, decidió mostrarnos al Che desde la óptica del personaje. O mejor dicho desde las conclusiones que él saca a partir del material de archivo que el propio Guevara fue dejando por el largo camino que transitó desde Rosario a Buenos Aires, desde Buenos Aires a La Habana. De allá al África y por último a Bolivia, donde fue asesinado.
Bauer, se aleja de la posición política que ocupa en el actual gobierno, del Canal Encuentro, del arduo trabajo que significó realizar una epopeya como Iluminados por el Fuego y regresa a la génesis de su filmografía: el documental, donde ganó los mejores elogios de su carrera. De hecho, Cortazar es uno de los trabajos más premiados de los últimos años.
Por lo tanto, habiendo leído que la investigación de Bauer y Scaglione llevó más de 12 años (lo estrenan en un nuevo aniversario del asesinato), se podía esperar un trabajo interesante, inspirado, diferente sobre una de las figuras políticas más controversiales y cinematográficas. Si hasta John Carpenter lo incluye en la secuela de Escape de Nueva York.
La película empieza con imágenes subyugantes de la guerra de Vietnam que remiten un poco al comienzo de Apocalipsis Now, con la diferencia que estas imágenes son reales. De fondo se puede escuchar una voz masculina (uno de los hijos de Ernesto Guevara) leyendo reflexiones del protagonista del documental. Ya ante este hecho, comprendemos que la película va a tomar un camino más lírico que convencionalmente narrativo. Las imágenes tienen una calidad técnica asombrosa. Realmente este documental fue hecho para cine.
El viaje de Bauer empieza en La Paz, en la búsqueda del material. A partir de ahí y a través de su voz, de la de Camilo Guevara y grabaciones del propio Che, empezaremos a entender al personaje, y conocer al hombre.
No tanto porque la película haga hincapié en su vida privada (a pesar de estar narrada en forma cronológica) sino más bien en su pensamiento, en sus reflexiones, en el evolutivo proceso que llevó la creación de una ideología política.
Además de conocer la faceta más artística del personaje: su pasión por la fotografía y la literatura: los autores que leía mientras realizaba sus viajes, fragmentos de sus diarios, poesías que le escribió a su segunda esposa e hijos.
Bauer aprovecha material audiovisual inédito, fotografías y fragmentos de películas sobre Cuba como Memorias del Subdesarrollo de Tomás Gutierrez Alea y La Hora de los Hornos de Fernando “Pino” Solanas (al menos como documentalistas, se siguen apoyando) para construir el relato, y lo cierto es que la película tiene el espíritu de los documentales más militantes de los años ‘60s sin tratar de proponérselo. No hay entrevistas grabadas, opiniones aleatorias o contradictorias. Las contradicciones del personaje de dejan entrever por lo que el propio protagonista escribió: sus reflexiones sobre el comunismo, Stanlin, Fidel…
Bauer retrata un momento histórico fundamental para la historia detrás de su protagonista. Prácticamente es muy poca la participación que tiene dentro
personajes emblemáticos de la Revolución Cubana como Fidel Castro o Camilo Cienfuegos. Tampoco tienen mucho lugar, la esposa e hijos del Che. Pero no es necesario ni fundamental, porque acá no se trata de conocer la historia del personaje sino su pensamiento. De plasmarlo, pero no con una intención panfletaria sino reflexiva. Bauer deja bastante abierta su posición con respecto a lo que hizo Guevara. Consigue demostrar que era un hombre con sus pro y contras. Le da bastante lugar al enfrentamiento del revolucionario con sus dos principales enemigos: el asma y el imperialismo.
La película converge con el cine de espionaje en el momento que el protagonista deja Cuba para adentrarse en el Congo y la fallida misión de crear un Vietnam del Sur en el Continente Africano.
Pero además de perfil político e ideológico, Bauer también resalta el costado aventurero y viajante de Guevara. Acompaña las reflexiones con panorámicas aéreas que se adentran en los territorios por donde andaba el protagonista de gran belleza visual.
En este sentido los méritos recaen en Bauer y su habitual director de fotografía, Javier Julia. Acompañado por la banda sonora de Federico Jusid y la música incidental del francés Jean- Jacques Lemetre, junto a canciones de Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa y Carlos Puebla, Che, Un Hombre Nuevo es un trabajo admirable en lo formal. Un ejemplo de documental cinematográfico y de investigación ardua. De saber como utilizar el montaje como herramienta fundamental para crear un relato en base a material de archivo, de cómo imágenes que independientemente cuentan una historia sirven en conjunto para recrear la historia de Cuba a través de los ojos de un personaje que a la vez se nutría de herramientas similares (su voz, una cámara fotográfica, un lápiz y un papel) para reconstruir lo que iba sucediendo a medida que sucedía.
A pesar de que no se puede negar que estamos frente a un documental político, más de la ideología de cada espectador se debe admitir que no estamos ante un producto con intenciones manipuladoras e influyentes.
Más allá de su extensa duración, que por momentos se hace notar (especialmente durante la segunda hora donde hay información un poco repetitiva) Che, un hombre nuevo, merecidamente premiado en el Festival de Cine de Montreal como el mejor documental, nos presenta a fin de cuentas, solo a un hombre, retratado por el mismo hombre… lejos de la iconografía, de la estampita, de los pin, del objeto de culto o moda… Y justamente, ahí, radica la novedad.