¡Vivan las antípodas!
La nueva película de Paul Feig (director de la notable Damas en guerra) es una típica cop-buddy movie, pero con protagonistas femeninas (y espíritu feminista). El film adscribe a todos los clichés del subgénero pareja-despareja (dos detectives opuestas entre sí que primero se odian y, claro, terminarán siendo compinches); y, si bien podían esperarse mayor cantidad de pasajes inspirados y de carcajadas, el resultado es bastante entretenido y disfrutable.
La elección de las dos protagonistas es el mayor acierto del film: Sandra Bullock es Sarah Ashburn, una solitaria agente del FBI tan obsesiva y eficaz como arrogante e insufrible (odiada por sus colegas). Su jefe (el mexicano Demian Bichir) la envía a Boston para una misión que podría darle su anhelado ascenso: desbaratar una organización de narcotraficantes. El mismo caso está siendo investigado por Shannon Mullins (Melissa McCarthy), una ruda policía de la ciudad no menos eficaz, pero apelando siempre a métodos bastante más brutales.
McCarthy, que ya había descollado con Feig en Damas en guerra, da rienda suelta a su proverbial capacidad para el humor físico (con más hallazgos que en la reciente Ladrona de identidades) y demuestra -como bien sostuvo Marina Yuszczuk en esta columna- que es una de las grandes comediantes de estos tiempos. Si bien no siempre alcanza una química perfecta (alternan grandes momentos con varios otros poco trascendentes), la dupla McCarthy-Bullock es el gran atractivo, el gancho comercial y la principal justificación de esta comedia de acción y enredos.
Con un guión más aceitado, con un mayor desparpajo (Feig lo tiene, pero aquí parece demasiado contenido), con algunos lugares comunes menos, Chicas armadas y peligrosas podría haber sido una muy buena comedia. Se quedó a mitad de camino, es cierto, pero igual vale la pena.