Mala con ganas
¿Qué se puede esperar de una comedia como Chicas armadas y peligrosas (The heat, 2013)? Muy poco, es cierto, pero al menos tres cuestiones elementales: que tenga buen ritmo, que sea graciosa y que no dure más de una hora y media (duración más que suficiente para una comedia estándar). Ahora adivinen: nada de eso sucede.
La agente Mullins (Melissa McCarthy) es una policía de barrio que, con métodos poco ortodoxos, trata de poner orden entre los pobres y, por ende malvivientes –entre muchas otras connotaciones negativas- de su barrio. Al atrapar al “negro dealer” es separada del caso por la agente del FBI Ashburn (Sandra Bullock) que, siguiendo todos los pasos que dicta la ley, pretende mediante el detenido llegar al narcotraficante proveedor. Ambas deberán unir fuerzas más allá de sus desiguales personalidades para atrapar al delincuente mayor.
Tanto Sandra Bullock como Melissa McCarthy hacen lo que pueden ante un guion escasísimo de ideas. La química entre ellas en pantalla es buena pero no alcanza para sobreponerse a los mediocres chistes de la trama. La historia de la pareja-despareja de policías está construida desde todos los estereotipos posibles: gorda-flaca, bruta-fina, informal-formal. Historia ya contada un centenar de veces y no por eso poco funcional, sino ver la reciente Dos armas letales (2 guns, 2013).
Pero en esta oportunidad se recurre también al estereotipo (entiéndase asociación fácil) en los chistes: bruta-vulgar, formal-frígida, pobre-delincuente (ver la representación que el film hace de la familia “pobre” de Mullins a modo de ejemplo). Ante semejante falta de ingenio no queda otra que caer en las groserías, los gags físicos y la discriminación, de la que se salva extrañamente sólo la obesidad (el caso del albino es un ejemplo).
El error de los productores es pensar que tener a Sandra Bullock y Melissa McCarthy alcanza para hacer una comedia divertida. Motivo que explica el deambular de la trama en distintos episodios inconexos que no se sostienen en los por demás extensos 117 minutos de duración. En fin, un bodrio olvidable, sin gracia y plagado de mal gusto.