Éramos pocos y llegó CHIPS. Pero esta remake de otra serie clásica de los setentas viene con sorpresa, algo que adelanta el subtítulo original, “Chips happens” (un juego de aliteración con la expresión shit happens, o “puede irse a la mierda”). En el extremo de la remake de Starsky & Hutch protagonizada hace más de diez años por Ben Stiller y Owen Wilson, esta versión también apela al humor, pero de un modo muy distinto –y de entrada, a diferencia de Starsky & Hutch hay que decir que CHIPS era una serie con muy poco sentido del humor–.
Los nuevos protagonistas, Dax Shepard (a la sazón también director del film) como Jon Baker y Michael Peña (también coproductor) como Frank Poncherello, son una versión en reversa de los originales. Mientras en la original Baker era el serio y Ponch el tarambana, en esta Baker es un atropellado, una especie de Jackass del deporte con cicatrices en todo el cuerpo (es torpe en todo excepto para andar en moto), mientras Ponch es el agente serio, cuya misión consiste en infiltrarse en la policía de Los Ángeles para desbaratar las ramificaciones de una red criminal.
Otro acierto son las bromas respecto del demodé marrón caca de los uniformes (la “caliente” novia de Baker, que cuernea al agente rubio de todos los modos posibles, en algún momento le pregunta si trabaja para UPS). Hasta ahí lo interesante, que empieza a desmoronarse no bien se ajusta con uñas y dientes el humor chabacano del film.
Quizá recordado por algunos gracias a sus apariciones en el film Idiocracy (2006) y la serie My Name Is Earl, Shepard ensaya un humor al estilo Judd Apatow, con sus cosas buenas (la ironía corrosiva) y malas (bastante sexismo, una voluntad temeraria por mostrar como hilarantes cosas desagradables). Y cuando la balanza se inclina por la segunda vertiente, por más destreza que tenga Baker para piruetear con su motocicleta, la caída es inevitable.