Disney podrá expandir hasta el infinito y más allá el universo de Marvel o la saga de Star Wars, pero siempre vuelve a sus temas y personajes predilectos para ensalzar la importancia de la familia, el juego y la fantasía. Tal es el caso de Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable, que trae (en versión digital) a Winnie-the-Pooh y a su troupe de animalitos parlanchines.
El protagonista es Christopher Robin, que en la vida real era el hijo del creador del osito fanático de la miel y aquí es un chico que se cría en el bosque para luego irse a un internado y olvidarse de su pasado. Un regreso fortuito a ese lugar siendo adulto (Ewan McGregor) marcará el reencuentro con sus viejos amigos, al tiempo que expondrá cara a cara las diferencias entre el hombre que es hoy y el niño que alguna vez fue.
Más allá de su carácter predecible, la película se sigue con interés debido al oficio indudable del realizador alemán Marc Foster (Cambio de vida, Descubriendo el país de Nunca Jamás, Más extraño que la ficción, Cometas en el cielo, 007 Quantum of Solace, Guerra Mundial Z) y sus guionistas a la hora de puntear las cuerdas más sensibles del espectador con las armas habituales del estudio de ratón. En ese sentido, Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable es un Disney clásico: emotivo, con bienvenidas dosis de humor y un típico cierre moralista donde el protagonista aprende cosas.