El director Marc Forster, el mismo de Buscando el País de Nunca Jamás, arremete con Christopher Robin: Un reencuentro inolvidable, donde expone los cruces entre la niñez y el mundo adulto, pero sin la fuerza dramática de aquel film.
De tono nostálgico y a modo de un cuento infantil plasmado al comienzo en páginas ilustradas en blanco y negro, el espectador se sumergirá en esta nueva adaptación de Disney y en la historia de Winnie The Pooh y el bosque de los 100 Acres.
La película cuenta la historia de Robin -Ewan McGregor-, el niño que jugaba en el bosque con el famoso osito y sus amigos y ahora está convertido en un adulto que lidia con las obligaciones laborales de la empresa para la que trabaja -enfrenta un recorte presupuestario- mientras descuida a su pequeña hija Madeline y a su esposa Evelyn.
El personaje creado por Alan Alexander Milne en sus cuentos infantiles regresa en el formato de "acción en vivo" como un cuento clásico infantil para reunir a la familia. Con el escenario de fondo de una Inglaterra en pleno proceso de recuperación económica luego de la Segunda Guerra Mundial, el relato combina acertadamente el mundo infantil de los muñecos de peluche con el adulto que parece resquebrajarse.
El filme brilla en la recreación de época, en la dirección de arte, entre bosques mágicos, animalitos recreados digitalmente y una familia al borde del colapso entregando un producto ameno sin grandes sorpresas. Ewan McGregor logra transmitir la desesperación del personaje que ha perdido al niño que lleva adentro y tiene escenas de conexión emocional con el oso en cuestión. Menos protagonismo tiene el resto y el resultado es favorable, sin alcanzar los picos de otras realizaciones del director.