No se extrañe si pasados unos veinte minutos de esta producción algo en su mente comienza a dar vueltas como moscas en un asado. Una sensación de “este argumento me suena”. Y puede que tenga razón al ver que en la pantalla hay un personaje muy conocido y explotado por Disney (casi con exclusividad), y que ahora se presenta como un adulto que olvidó su niñez, cuando ese universo era pura fantasía.
Básicamente esto sucede en “Christopher Robin: un reencuentro inolvidable”, pero antes de entrar en los detallees bueno recordar que además de la ficción el personaje de marras fue, con ese mismo nombre, el hijo en la vida real de Alan Alexander Milne, autor de los cuentos de Winnie Pooh que en este caso es revisitado. Un detalle no menor ya que todo gira en torno a él. Precisamente ese es el primero de los muchos problemas acarreados en este estreno, porque aquél niño con la imaginación suficiente para crear a Winnie Pooh, Piglet, Tiger y todos los habitantes del Bosque de los 100 acres, era el más insulso de todo ese universo, el menos interesante de todos, lo cual es mucho decir ya que ninguno era gran cosa en las versiones animadas de Disney. Por cierto se sigue sin poder explicar, por ejemplo, por qué el oso usa más ropa de noche (conjunto de pijama entero y gorra) que de día (una remera nada más). A lo mejor es uno mismo que ya está viejo pero sigue siendo raro. Luego de una introducción con distintos momentos felices en el famoso bosque, el niño creció y se mudó a Londres.
La historia avanza sobre dos líneas al principio. El plantígrado de la chomba roja se despierta y descubre que todos los demás han desaparecido y necesita ayuda para encontrarlos. Por otro lado Christopher Robin (Ewan McGregor) trabaja rutinaria y resignadamente en una fábrica de valijas. Estuvo en la guerra (¿había necesidad de mostrar eso?), y ahora está casado con Evelyn (Hayley Atwell) a quien atiende poco. En realidad el tipo es bastante desagradable, adicto al trabajo en el mal sentido, indiferente a las necesidades de atención de su hija Madeline (Bronte Carmichael), y hasta podría decirse que anda como resentido por la vida (a su hija le lee párrafos de libros de historia para irse a dormir y cosas por el estilo). En este contexto Pooh va a buscar a Chris a Londres para que lo ayude, pero para entonces algunas cosas que no funcionan (el timing de la compaginación, lo injustificado de algunas acciones, etc) se profundizan.
Está claro que los fanáticos seguidores de la saga puedan sostener el interés a fuerza de saber qué sucede con los personajes, pero realmente hay sólo algunos pasajes que logran conectarse con el estado de fantasía que se propone desde el comienzo. Tal vez lo mejor sea el viaje de Londres al bosque, y dos buenos trabajos actorales el de Ewan McGregor que sostiene muy bien la interactuación con personajes digitales, y el de la niña Bronte Carmichel con una notable naturalidad para estar frente a las cámaras.
En definitiva, se trata de confrontar a un adulto que ha perdido la imaginación y las ganas con ese mundo que alguna vez le perteneció por invención propia, y que reclama algo de atención para mantenerlo vivo. Si le suena a argumento conocido es porque en 1991 Steven Spielberg hizo lo propio con Peter Pan en “Hook”, pero en aquella oportunidad todo estaba mejor justificado y trabajado a partir de lo que se generaba en la construcción de los personajes. Ni hablar de “Toy Story 3” (2010), que con mucho menos armaba un verdadero tratado sobre los cambios de edad y la confrontación entre una y otra, pero eso ya es historia. “Christopher Robin: un reencuentro inolvidable” tiene, en esos trabajos, algunos gags que funcionan, y en los efectos especiales las herramientas principales de su sostén, pero se queda en todo el resto.